Catálogo de hechos desgraciados

POR: Germánico Solis

Alonso de Illescas era un español que se dedicó a la venta de esclavos negros en América y Ecuador. En 1542 solicita a Carlos V traer desde España hasta Esmeraldas 50 esclavos negros, en su mayoría mujeres y todos ellos sin derechos. La reproducción permitía venderlos, o acrecentar la propiedad de sus dueños. Los esclavos negros reemplazaron la fuerza de trabajo de los indios diezmados por el paludismo en las haciendas dedicadas a producir caña de azúcar, uva, oliva, coca y algodón.

Los negros esclavos eran marcados con la letra “S” y un punto en la mejilla derecha, espalda o brazos, utilizando un hierro al rojo vivo. Esta identificación se hacía a su llegada del África, y era aplicada por el nuevo propietario como se hace con el ganado.

La compra-venta de los esclavos se realizaba en los mercados de los pueblos, el precio valoraba la edad, casta (Terranova, Congo), sexo y estado físico. El comprador declaraba recibir a satisfacción con tachas buenas o malas, sin derecho a deshacer la compra por defecto oculto no conocido. La mayoría de esclavos eran utilizados en trabajos fuertes, labores agrícolas, transporte de caña, y refuerzo de las bestias en la molienda de caña, sin horario y mal alimentados.

Los esclavos fueron ubicados en los valles, Chota, Ambuquí, Carpuela, Salinas, Cuajara, Ibarra. Varias haciendas pertenecían a las comunidades religiosas: Jesuitas, Mercedarios, Agustinos, Conceptas y Dominicos. Estas tierras habían sido rematadas por no cumplir los préstamos realizados por las comunidades religiosas, o por no haber pagado los diezmos y primicias a la Iglesia.

Hay una vergonzosa historia de trata de negros en la conquista y colonia. Queda para la ruindad humana, la inmigración forzada a manos de inescrupulosos tratantes de esclavos que llegaban hacinados en barcos, con argollas en cuellos y grillos en los pies, apretados, sucios, maltratados, azotados y denigrados con malas palabras. Se dice que la nostalgia pudo más que la disentería, escorbuto, sed y el látigo, o la hediondez de los barcos negreros, prácticas oprobiosas e inhumanas, como tirar a un hueco el cadáver de un negro para ser devorado por los perros.