Despertar ante el neofascismo

EDGAR QUIÑONES SEVILLA

Gran parte de los pueblos latinoamericanos ha recibido con honda preocupación el triunfo de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, el 28 pasado, pues, temen que el fascista confeso, partidario de la dictadura militar de su país, entre 1964 y 1985 y exmiembro del Ejército, cumpla sus amenazas de racismo, homofobia, machismo y sus ofrecimientos de ‘ley, bala y Biblia’.

Bolsonaro fue el candidato de los partidarios de mano dura, los grandes propietarios, los evangélicos y la élite empresarial de Brasil. Es un político ultraderechista que se lamenta de la dictadura, que se adueñó del país de la samba por espacio de 21 años, hasta 1985, y ‘solamente’ torturó a sus opositores izquierdistas, “cuando debía matarlos a todos”, según declaró en su campaña electoral.

Este ultramontano, ha recibido ya felicitaciones entusiasmadas de los jefes de estados derechistas latinoamericanos y muchos observadores creen que algunos países, además de Colombia, se sumarán a la OTAN para reinstaurar gobiernos militares con uniformados similares a Pinochet, Stroesner, Videla y otros, que el siglo pasado asesinaron, hicieron desaparecer y maltrataron, mediante indescriptibles torturas, a sus opositores.

Según un comentarista argentino, el triunfo de Bolsonaro en Brasil es la toma de posesión de lo antes perdido ante China, por parte de Estados Unidos, que se reafirma con las victorias de Mauricio Macri, en Argentina, y Sebastián Piñera, en Chile. Por su parte, el analista Michael Shifter de USA anota que con Donald Trump, en la Casa Blanca, los hombres fuertes tienen grandes ventajas en esta lucha por la supremacía ideológica y económica. Iván Briscoe, del Grupo Internacional para América Latina, señala que el éxito del militar retirado es parte de un gradual alejamiento de la democracia.

Su presencia es muy seria para los derechos civiles, los derechos humanos y las libertades básicas, porque se trata de un gobernante autoritario y populista, ha agregado Briscoe. Lo ocurrido en Brasil debe mover a obreros, intelectuales, educadores y periodistas del mundo a exigir que la Organización de las Naciones Unidas reforme su Estatuto e impida control del imperialismo en donde no tienen derecho a ejercer hegemonía, porque cada nación es dueña de su soberanía.

La contienda de Brasil ha asustado a los ciudadanos de América Latina, que esperaban que en poco tiempo los derechos humanos y el reparto más equitativo de la riqueza natural y creada por los pueblos iba a establecer la justicia que proclaman las diversas religiones, así como los grupos progresistas de la gran región latinoamericana.