Hombres de esperanza

Mons. Alfredo Espinoza Mateus, sdb

Todos hemos experimentado en nuestras vidas la muerte de un ser querido. Cuando llega, golpea, y lo hace a veces en forma dura, por más que supuestamente estemos “preparados”.

Ante la muerte nos podemos hacer muchas preguntas, muchos “por qué” nos planteamos y buscamos respuestas desde un corazón roto en mil pedazos. Estoy convencido de que las respuestas humanas no llenan nuestro corazón ni nuestra razón, la única y verdadera respuesta viene desde la fe en Cristo Resucitado.

Francisco nos dice que “la muerte no tiene la última palabra porque vivimos en la esperanza de la resurrección a la vida eterna en comunión con Cristo”.

El día de ayer recordamos a los “fieles difuntos”. Los cementerios se llenaron de miles de miles de personas que acudieron a ellos a orar, recordar y también a llorar.

Como cristianos no podemos darle a la muerte la última palabra y no lo podemos hacer, porque “la fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna radicada en la unión a Cristo resucitado” (Francisco).

Desde esta esperanza debemos asumir una actitud distinta frente a la muerte. ¿Cuál debe ser esa actitud? Una sola, una actitud de confianza.

La última palabra la tiene Jesús y es Él quien debe iluminar nuestra vida y debe iluminar el misterio de la muerte. Y Es la luz del amor la que ilumina tanto la vida como la muerte. Debemos vivir amando. Solamente el bien y el amor que sembremos mientras vivimos van a permanecer.

Quizás muchos pasan su vida buscando lo superficial, y se olvidan de que lo fundamental es amar. Es fácil perderse en superficialidades que al final dejan vacío el corazón. Es fácil perder de vista al otro en el camino de la vida. Y la muerte, como dice Francisco, “es un misterio sobre la fugacidad de la vida, que nos enseña cuánto nuestro orgullo, ira y odio, son sólo vanidad”.

Que el camino de nuestra vida nos prepare al momento de la muerte. (O)