Someternos a una misma ley

Hay fuerzas oscuras en el interior y en el exterior, según hechos que se dan dentro y fuera del país. Desde Londres y Bruselas hasta ciertas capitales sudamericanas. En el interior, la más grave es la corrupción que, según el presidente Lenín Moreno, abarca las empresas eléctricas, las refinerías, la salud, las telecomunicaciones, La educación, el SRI, la obra pública, las aduanas y la administración pública, entre otros sectores.

Es probable que el Presidente se haya quedado corto. Ante la corrupción rampante que enquistada en todas las instituciones del Estado, no queda más que se haga valer el imperio de la ley , un valor moral irrenunciable en democracia. Nuestro Estado ha de estar sometido a normas generales, fijas, públicas y previamente conocidas, regladas y reguladas por la Ley y la Constitución.

Ser libre es no estar sometido a ideologías trasplantadas y partidos que solo miran por sus intereses pero, sobre todo, de sus cabecillas. Desde las Fuerzas Armadas y la Policía hasta las aduanas, así como los gobiernos municipales y provinciales, hacer cumplir la Ley es un escudo válido para reprimir y sancionar, así como prever, la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones.

Todos, gobernantes y gobernados, hemos de someternos a una misma ley, algo que malamente se registra en nuestra historia. En este punto las ideologías sobran y los partidismos deben echarse a un lado. La ley ha de ser suprema e igual para todos, incluidos los fiscales y los jueces, los ministros y los asambleístas, sin olvidar al propio Presidente y sus colaboradores.


Nada es concebible en el mundo sin el amor, que es verdaderamente el comienzo de la razón”. Marcel Marceau Mimo, escritor, actor y director francés (1923-2007)

Pasada cierta edad, todas las aventuras van en serio. Igual que los ataques cardíacos”. J. M. Coetzee Escritor sudafricano (1940)