Recordando a los fieles difuntos

Lucía Margarita Figueroa Robles

Se torna incomprensible y difícil sobrellevar la partida de nuestros seres queridos, amigos cercanos o familiares, sobre todo en fechas como esta, en la que evocamos los recuerdos de quienes ya no están; porque desde que nacemos nos preparamos para vivir esta existencia terrenal a plenitud, pero nunca lo hacemos para afrontar lo más seguro que tenemos en esta vida, y que constituye la muerte.

De ahí que es un verdadero reto aceptar que una pérdida es parte natural de la vida, y aunque este dolor puede provocar reacciones diferentes en cada individuo, situación similar ocurre con las culturas en el mundo, sobre todo las prehispánicas, que dan muestras de un visible respeto por los difuntos, especialmente en las regiones andinas en donde existen variados rituales, celebraciones, símbolos y homenajes.

Es así que en México se adornan los panteones y se colocan los altares en cada vivienda con el fin de que las almas abandonen el más allá para reunirse con sus familiares; en España se visitan los cementerios y se dejan flores en las tumbas, en lo que denominan el “día de todos los santos”; en Guatemala se celebran misas, se organizan comidas especiales y se lanzan barriletes gigantes para ahuyentar a los malos espíritus; en Perú, Ecuador, Bolivia, y la zona de los Andes, uno de los rituales que se han extendido hasta la actualidad consiste en visitar los sepulcros de los difuntos una vez al año, aunque inicialmente se sacaban sus momias para compartir con ellos los alimentos que eran de la predilección de los difuntos, demostrando su respeto.

Pero la principal costumbre es la de llevar flores y comida a los muertos hasta la actualidad, así como colocar en las tumbas coronas y preparar una tradicional bebida hecha a base de harina de maíz negro o morado y las figuras de pan con forma de “guaguas” que definitivamente reemplazaron de forma simbólica a las momias de los difuntos y que hoy son parte primordial en nuestra cultura. (O)