Cualquier parecido

Fabián Cueva Jiménez


Nuestra cultura política es muy frágil, no nos educaron para vivir y participar en una sociedad democrática y luego llegamos defraudados y frustrados. Algunos descubrieron a tiempo la farsa discursiva, otros, en medio camino sentimos el engaño y muchísimos al final, decepcionados.


Buscando las razones de los errores cometidos, llegué a la investigadora y neuropsicóloga española Rocío Mayoral, quien escribe sobre la manipulación en la política. El personaje o mejor los personajes que utiliza para su análisis es Adolfo Hitler y su mentor, ministro de Educación y Propaganda, Joseph Goebbels. Leamos una a una, imaginemos ejemplos con personajes en acciones políticas y educativas en nuestro país.


El manipulador es experto en la seducción, camuflaje y engaño, simulando interés por las necesidades y deseos de los grupos; tienen una buena capacidad oratoria, especialmente cuando dicen ser solidarios; manejan el papel de víctimas y dicen “no deseo hacer esto”; se ofrecen representar los intereses de grupos; hacen sentir culpables a los demás; utilizan tácticas de intimidación encubiertas (amenazas directas o implícitas); utilizan el sarcasmo sutil para generar dudas; desarma a las víctimas diciendo y convenciendo; culpa a otros y encuentra cabezas de turcos; es frecuente que se hagan los tontos; son expertos en cambiar de tema; son personas propensas a mentir y casi siempre por omisión.


Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Habría que aumentar otras tácticas para manipular, ya que el Ecuador es una buena fuente. Esas prácticas, unidas con los principios de propaganda que nos sobran, nos dejarían una mejor propuesta que la manipulación nazi. La cultura política también es educación, se debe enseñar en las aulas.



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