Ironía política

Santiago Ochoa

Imaginemos que en vez de escuchar a candidatos (a una dignidad pública) pidiendo votos a cambio de ofertas “imposibles de cumplir”, peleando y desacreditando a sus rivales, escuchamos a candidatos hablando de los planes para resolver los problemas de una localidad sin importar si llegan a ser elegidos.

Imaginemos que en vez de ver “noticias” sobre acusaciones a políticos en donde no siempre se comprueba lo afirmado, y si se comprueba pocas veces es castigado; vemos ahora noticias en donde se comprueban las acusaciones, se sancionan las “equivocaciones” y se retira el morbo que se suele ofrecer.

Imaginemos que en vez de que se paguen grandes y jugosos sueldos a los cargos públicos elegidos por votación (presidente, asambleístas, prefectos, alcaldes, etc.) estos, son evaluados por su desempeño, imaginemos que se paga un sueldo en función del trabajo y la productividad que se muestre en la evaluación (similar al escalafón de las universidades). Imaginemos que quienes hacen bien su trabajo, podrán incrementar su sueldo en el periodo en funciones; mientras que, quienes no estén bien evaluados (quienes no hacen nada) no podrán incrementar su salario, y si están mal evaluados consecutivamente incluso puedan ser destituidos.

Imaginemos una sociedad culta, que comparte información contrastada, que respeta a todos sin importar la ideología política (se acaban los “borregos” y los “pelucones”), creencias religiosas, o preferencias sexuales, una sociedad que no aplaude la corrupción, que tampoco la genera y que vota conscientemente (incluso cuando el voto nulo sea una opción). Imaginemos una sociedad que no espera a un “salvador” en el mando, sino que busca un “mandante” que genere oportunidades para que la sociedad se desenvuelva.

¿Qué tan lejos estamos de una sociedad y una política soñada? (O)

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