El señor de las moscas

María Elizabeth Muñoz Córdova

En la antigua Grecia ya se hablaba de la dualidad entre la vida y la muerte, a través de personajes mitológicos como Eros y Thánatos. El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, se basó en estas representaciones para describir las dos pulsiones primarias en el individuo: Eros, como la fuerza del amor que impulsa a construir y Thánatos como el instinto de muerte y destrucción con la que venimos programados y que intentamos dominar.

Es en este punto donde los mecanismos de defensa aparecen en la escena psíquica para evitar que los pensamientos y emociones considerados inaceptables se almacenen en el inconsciente y se transformen en ansiedad. La sublimación es un proceso psicológico orientado a la transformación de los instintos de tipo destructivo en actos aceptables desde el punto de vista moral. Esta dinámica se relaciona con la barbarie suscitada en Posorja; la cual se ha rotulado con el epígrafe “justicia por mano propia” y que, de acuerdo al análisis anterior, no fue más que un pretexto y oportunidad para que la turba descargue su pulsión de destrucción y muerte bajo la máscara de conducta “socialmente correcta”. Es irresponsable acercar siquiera la palabra justicia a este evento. Para Platón, la justicia se percibe con el entendimiento y la razón, no con los sentidos; algo totalmente opuesto a un impulso.

En la novela de William Golding, ‘El señor de las moscas’, un grupo de niños que naufraga en una isla abandonada, sedientos de poder, desafían la autoridad e inician un conflicto que los lleva al asesinato de dos de los personajes, uno de ellos cuando fue confundido con “el monstruo” en un momento de frenético éxtasis…Nada fuera de la realidad y que nos permite reflexionar acerca de la naturaleza primitiva de semejantes actos y a rechazar la bandera de justicia con la que se intenta maquillarlo ya que ello parte de las entrañas mismas de la aberración humana. (O)

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Psicóloga Clínica