Mi jefe, otra vez

Andrés Ontaneda

Conversando con una gran amiga luego de su jornada laboral, al cumplir más de 10 horas de trabajo incesante, tomando un café relajados luego de una semana bastante exigente, donde el cerebro sólo quiere descansar, la mente quiere olvidar todo y el cuerpo busca bajar tensión. Ella exclamó: Mi jefe, otra vez.

Sí, era su jefe con una llamada en horas no laborables, pero a ella no le molestaba que le solicitaran una actividad extra, sino en la forma cómo se lo solicitó, muy grosera, sin mínimo respeto, con voz fuerte y potente, una orden en su máxima expresión. Pues, esto es lo que sucede en el diario vivir en las organizaciones, aún siguen existiendo hacendados que piensan que trabajan con máquinas humanas.

Las personas que buscamos un trabajo y ofertan su fuerza laboral y profesional es por el simple motivo de desarrollarse cómo personas y buscar una calidad de vida mejor a la actual, no solamente se busca sobrevivir, sino vivir. Hoy en día en las sociedades actuales vivimos en una experiencia de estrés, con una remuneración pagada con ansiedad y miedo bajo una tensión indomable del inmediato superior.

Estudios americanos nos demuestran que según el StressPulse realizado por ComPsych, las causas fundamentales de esa situación son: excesiva carga de trabajo (36%), problemas en las relaciones con sus colegas (31%), dificultad para conciliar vida laboral y vida personal (20%).

Nos enfrentamos a una expectativa vs realidad ineludible a la experiencia humana hacia el desarrollo personal y social, donde la irracionalidad, el enojo, el grito, el placer, el estatus, poder y privilegio dominan no sólo el ámbito profesional sino humano, político, cultural, familiar y personal. Trabajamos tanto en lo técnico, que nos olvidamos que las organizaciones la conformamos los humanos, y si ¿hacemos lo contario? (O)

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