No son tiempos de obedecer o padecer

El espectáculo vergonzante de la Asamblea Nacional refleja un proceso de descomposición dentro aquellos que alguna vez vieron a la revolución ciudadana como “tabla de salvación” no ya para la Patria, sino para sus emprendimientos e intereses particulares. No pueden echar mano a la censura, el acoso y los intentos de eliminación de la escena política de sus adversarios y denunciantes, como fue práctica cotidiana en la década totalitaria que culminó en 2017.

Una asambleísta trató de cambiar, según se ha denunciado, el testimonio de una testigo protegida a favor de su líder. Otra, de la misma tendencia, cobraba un “diezmo” a sus colaboradores. Ambas acusaciones están por la vía judicial, por tanto no caben calificativos. Son beneficiarias de un Estado de Derecho que en su tiempo pisotearon o simplemente diseñaron a su manera.

Hay espacios ganados en elecciones en donde hoy podemos espigar a los decentes y a los indecentes, a los honrados o a los delincuentes, a la gente abierta o la cerrada, a la lista o a la torpe, a la educada o a la zafia, la noble o la canalla, a la honrada o a la deshonesta, la generosa o la egoísta, la de buena o la de mala sangre. La mayoría de conciudadanos quiere emprender una limpieza a fondo de esos espacios.

No es esta una época de obedecer o padecer, como en la pasada, en que la negociación o el diálogo eran palabras huecas y el sometimiento divisa de la política. Para no pocos de nuestros compatriotas, sin embargo, de ese fantasma solo asoma el cuerpo y se oculta con astucia la cabeza. Con el voto que alguna vez obtuvieron, quieren justificar lo injustificable.


El mundo va haciendo el tiempo: su corteza se arruga como piel de elefante”. Pablo Palacio Escritor ecuatoriano (1906-1947)

¿Es que no habrá plan ninguno para vivir con cierto decoro?”. Pío Baroja Novelista español (1872-1956)