La llama azul del reverbero

POR: Germánico Solis

Las innovaciones desplazaron a la antigua e irresistible presencia del reverbero, arrumándole al recuerdo en unos casos, y en otros, a dejarlo junto al basural o reciclaje. Los nostálgicos, los amantes de las cosas y sucesos de los años cincuenta y sesenta en cambio, coleccionan marcas y tamaños de reverberos para colocarlos junto a radios antiguos, planchas, faroles o linternas como las que llevaban los brequeros del tren, haciéndoles adornos que refieren un tiempo.

De apariencia indomable y con historias familiares del siglo pasado, el reverbero obró como un importante invento que desplazando la leña, fue modernidad de esos tiempos. No era otra cosa que una hornilla de bronce con tres patas, con un conjunto de tuberías internas, empaques, émbolos, pistón, llave, cabezote y parrilla, el aparato funcionó con kerosene o gasolina. Necesario para su funcionamiento: alcohol para precalentar, fósforos, y la infaltable “aguja de reverbero”, útil para destapar las atascos del orificio del que salía el combustible gasificado.

Útil también en las guerras, el reverbero fue infaltable en todas las casas de las familias de clase media ibarreñas y del Ecuador, y con el paso del tiempo en manos de la mayoría de hogares. Pero, fue el ama de casa o madre, la que estuvo estrechamente ligada a esa tramoya que solucionaba el cocimiento de alimentos y alivianó los quehaceres de quienes dependían del fuego, elaborar el desayuno y comidas del día. Las familias pudientes tenían no solo uno de aquellos artefactos, sino los necesarios para optimizar el tiempo.

La firma sueca Primus fabrica desde 1892 los braseros que asistieron a sueños e historias exclusivas de las familias, los colegiales o universitarios llevaron a sus cuartos de estudiantes. Quizá muchos de quienes leen esta columna saborearon caldos de gallina guisados en reverbero, y otros potajes en la mesa donde los padres protagonizaron el desarrollo de la sociedad. Muchos también saboreamos los famosos “hervidos” en las fiestas populares en plazas o parques. Nos aventajamos también, de emplastos o fomentos que combatieron enfermedades en complot con el iracundo resoplido de los extintos reverberos.