Dónde quedó la ética profesional

Pablo Fabián Ortiz Muñoz

Que difícil resulta en estos días hablar de Ética Profesional, muchos ciudadanos ni siquiera conocen el término. A saber, de pocos, esta noble disciplina se fundamenta en la ética convencional y es parte de esta ciencia. En nuestros días hablar de ética se ha convertido en una utopía.

Según el DRAE (1993), la ética hace referencia al estudio de la moral y de la acción humana. El concepto procede del vocablo griego ethikos, que significa “carácter”. Un dictamen ético es una declaración moral, que define que es lo que es bueno, malo, obligatorio, permitido, etc. en lo relativo a una acción o a una decisión.

Por su parte la deontología profesional (Ética Profesional), hace referencia al conjunto de principios y reglas éticas que regulan y guían una actividad profesional. Estas normas determinan los deberes exigibles a los profesionales en el desempeño de su actividad, como un término muy amplio en todo su sentido, pero fundamental en el buen convivir de la sociedad.

Si recapacitamos en lo dicho, solo imaginemos las cualidades profesionales en la actual sociedad: abogados, cómplices de actos dudosos y personajes nefastos para la sociedad; médicos, amantes del buen metal y alejados del dolor humano; profesores mediocres, sórdidos al cumplimiento de metas, pero alejados de la esencia de la formación intelectual; ingenieros desastrosos, carentes de praxis y fieles a la coima; choferes irresponsable, sin un ápice de respeto a la integridad humana; ambientalistas, amantes de los jugosos sueldos, las buenas propinas y desastrosos en su lado práctico; agropecuarios, fomentadores de falsas realidades, pero firmes a sus postulados erróneos; administradores y contadores, partidarios y cómplices de malos manejos, decisiones absurdas, pero maestros de la evasión; religiosos, alejados de la fe, pero fieles a los pestañeos; políticos corruptos, obedientes al engaño, el hurto y la demagogia; burócratas adormitados y cómplices del fraude, los buenos tratos y la desidia, etc.; si la realidad se muestra así, que falta hace en nuestras mallas curriculares la catedra de ética profesional, no por obligación, si no, como parte de los principios de un vivir y un adecuado desarrollo social, si queremos para mañana una sociedad más justa y con buenos principios. (O)

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