Necesitamos esperanza

Salvatore Foti

El Gobierno parece demasiado enfrascado en asuntos políticos de primer orden que, en cambio, para el ciudadano común no tienen la más mínima importancia. Ni el caso de Jorge Glas o la fuga de Fernando Alvarado han tenido trascendencia directa y positiva sobre la ciudadanía. Todo sigue exactamente igual o peor.

Los escándalos lo único que han hecho es dar visibilidad a los “genios” que hacen análisis eruditos o proporcionar titulares más llamativos para la prensa. Una casta privilegiada se beneficia y nutre de los elementos más retóricos y teóricos que, al fin y al cabo, no contribuyen en nada al crecimiento del país.

Sin embargo, en las portadas de la cotidianidad la gente común se sigue viviendo, en primera persona, una crisis económica severa, falta de trabajo y, lo que más duele, ausencia absoluta de la esperanza de que todo pueda mejorar. Necesitamos urgentemente que nos digan quiénes realmente gobiernan. ¿A dónde nos pretenden llevar?

Alguien en el Gobierno o a su alrededor responde a intereses muy bien definidos. No logramos entender si el camino es el correcto o si nos dirigimos a una crisis social y política profunda. Nadie quiere dar la cara y el reciente cambio ministerial es la enésima pantomima del inmovilismo del Ejecutivo, que intenta desviar la atención de la total ausencia de iniciativa y dinamismo político y económico.

Faltan políticas públicas concretas y al alcance de la población que, en su mayoría, sigue viviendo a la sombra de la pobreza. Quitaron el subsidio a la gasolina súper y se siguen haciendo recortes que representan las clásicas “patadas de ahogado” y que, además, se limitan a tranquilizar a los sectores más cercanos al régimen. Viejas recetas que no funcionan.

Esperemos que pronto se avizore un futuro mejor también para los que han perdido su trabajo y para aquellos que siguen buscándolo, pues muchos son los que hoy viven en la resignación. Nuestros gobernantes empiezan a vivir en una burbuja dorada totalmente divorciada de nuestra realidad y lo peor es que ni siquiera se dan cuenta. ¡Devuelvan la esperanza aunque sea!

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