De decepción en decepción

Gustavo Ortiz Hidalgo

Hace una década, en esta misma columna, opinamos que «el cambio» fue la consigna que motivó el apoyo generalizado a un proyecto político que proponía una alternativa para nuestra sociedad. Las reiteradas decepciones que los políticos tradicionales provocaron en el pueblo ecuatoriano fueron la principal causa para que éste se exprese masivamente en las urnas, en respaldo al caudillo de la «revolución ciudadana” y a quienes se subieron en su camioneta verde flex.

También enfatizamos que desde el retorno democrático con el binomio Roldós- Hurtado hasta la fecha indicada, ningún gobierno había reunido tantas condiciones favorables para transformar al Ecuador en una sociedad justa, equitativa y democrática. Con el transcurrir del tiempo, la ilusión del cambio se convirtió en un régimen totalitario, que concentró el poder político, abusó de dicho poder e institucionalizó la corrupción al interior del aparato del Estado.

La aparición del expresidente Correa y su combo en la escena política del país produjo el descalabro de la “partidocracia”, a tal punto que los pocos que quedaron del naufragio se vieron obligados a remozar su discurso y a formar movimientos políticos alternativos. Sin embargo, los «socialistas del Siglo XXI» no pudieron evitar la reproducción de las viejas prácticas politiqueras en su propio partido.

Si evaluamos con rigor al régimen de las «mentes lúcidas», corazones ardientes y manos limpias», observamos que no existen cambios significativos entre los gobiernos de la denominada «partidocracia» y el de los falsos revolucionarios del «socialismo del Siglo XXI». Son dos momentos de la historia ecuatoriana entrelazados por las mismas mañas con diferentes tintes ideológicos. Por esta razón, parece que nada detendrá el cataclismo de una nueva decepción popular. (O)