Ayacucho: la batalla final

Félix Paladines P.

Hace 194 años, el 9 de diciembre de 1924, en Ayacucho, República del Perú, tuvo lugar la batalla decisiva que rompió las cadenas del colonialismo impuesto por España en tierras de América del Sur, por casi 300 años. Los ejércitos de la libertad estuvieron comandados por el mariscal Antonio José de Sucre.

La historia de ese fundamental acontecimiento y la historia en general, siempre fue analizada y se contó desde el genio y el esfuerzo de los grandes hombres, desde los conductores y estadistas, desde los héroes y exitosos jefes militares. Sin embargo, es justo que nos preguntemos, por ejemplo, dónde asoman, en que libro de la historia oficial se menciona siquiera a los aproximadamente mil chazos lojanos (recordemos que el “Batallón del Sur”, que se conformó y acampó durante meses en lo que más tarde sería la Provincia de Loja, estaba constituido, según lo afirmado por los historiadores azuayos doctores Remigio Crespo Toral y Ricardo Márquez, y por el señor Francisco Talbot, por aproximadamente 5.700 hombres, de los que 2.500 fueron ecuatorianos, “pero de esos 2.500 casi la totalidad fueron lojanos y cuencanos”), que se alistaron en el ejército emancipador y marcharon por los caminos de la libertad, al mando de Bolívar y Sucre. Y los cientos y cientos de indígenas utilizados para las labores de carga y otras menores, ¿quiénes fueron?, ¿en qué lugar de la historia oficial están mencionados? Ni siquiera se conserva un simple listado que haga referencia a ellos. No se recuerda ni sus nombres… Y las mujeres ¿dónde están? Dónde están los cientos y cientos de “huarichas” que acompañaban a sus hombres, que cocinaban para los miles de soldados de a pie y de a caballo que conformaban los ejércitos de la libertad, y parchaban sus maltrechos uniformes (en ese entonces cocinar no era oficio de hombres, eran años en los que los hombres nacían para las armas, para la guerra).

Bueno es recordar también que el aporte material de la provincia de Loja, fue inmenso: fue un aporte decisivo que permitió que nuestra independencia se selle gloriosamente en Pichincha, y la de América del Sur en la última gran batalla librada en los campos de Ayacucho. Sumados los principales rubros, tomados de documentos que esperamos se conserven en el Archivo municipal y que en su momento fueron revisados y citados por el Dr. Pío Jaramillo A., primero y, más tarde, por Alejandro Carrión, encontramos que Loja aportó,, a través de empréstitos –que jamás le fueron devueltos- y “contribuciones extraordinarias”, varios cientos de miles de pesos oro (como referencia, téngase en cuenta que, en la época de mayor prosperidad, la producción de oro en la gobernación de Yaguarsongo ascendía al a fabulosa suma de 200.000 pesos-oro por año), 2.050 mulares, debidamente enjalmados; 530 caballos, 9.170 reses, miles y miles de arrobas de maíz, cebada, arvejas, arroz, panelas, sal; uniformes, cordobanes, cobijas, enjalmas, paños y otros textiles, vajilla, zapatos, etc., etc.

Nos parece fundamental, entonces, comenzar a reivindicar la presencia del más genuino representante de nuestro pueblo, el chazo lojano, en las batallas decisivas y finales por la libertad de nuestra patria y del subcontinente, y el real aporte dado por Loja. (O)