Menos machitos, más humanos

Pablo Ruiz Aguirre

Vivimos en una sociedad que ha normalizado muchas cosas que no deberían estarlo. Pondré un ejemplo: si vemos un semáforo y no hay otros conductores, entendemos que podríamos pasarlo por alto porque varias personas lo han hecho o peor aún si vemos que alguien lo pasa comprendemos que nosotros también podríamos hacerlo porque está validado. Normalizar es construir en la estructura social una regla o norma como su nombre indica, que determina una actitud proba y por contraposición también una no proba. De ahí que si está normalizado el hecho de pasarse el semáforo uno pueda ser “el vivo de la sociedad” y recompensado mientras que quien respeta la ley, en el ejemplo antes dicho, pueda ser “el lento” y ser castigado.

Días atrás, sucedió algo similar. Observamos un acto en donde dos compañeras denunciaban categóricamente el acoso por parte de algunos individuos, dependiendo las versiones varían su cantidad, pero acoso al fin. Un hecho deplorable, que en nuestra sociedad también está normalizado, tal cual como el ejemplo. Veámoslo, si los hombres vemos a una mujer “bonita” y nadie me ve, puedo decirle “guapa” en fin otros lo han hecho o peor aún si vemos que alguien “piropea” comprendemos que nosotros también podemos hacerlo porque está validado. En este último ejemplo, al igual que el primero, la sociedad machista en la cual vivimos ratificaría como conducta proba la del “macho galán poseedor” y como no proba la del hombre que vive y deja vivir sin piropos.

Esta es la gran pregunta ¿En qué lado decidimos estar? En el normalizado, en el que no respeta, en el que considera el ego de uno, en el que ultraja al otro, en el que cosifica al otro o en el que ve en el otro a uno, en el que respeta la humanidad más allá de uno, en el que vela por la seguridad del otro porque lo considera como propio, en el que desmaterializa al otro y ve su esencia. Aquí está la gran pregunta a la que se convoca con estos hechos.

Este es lado correcto de la historia que debemos trabajar, pero también donde debemos reconocernos, es decir, no apuntar tan solo la violencia sino reconocer a la que todos contribuimos, ahí aparte de apoyar esta causa, realmente estamos cambiando el ritmo de la sociedad. Caso contrario nos quedamos en meros comentaristas. Menos machitos, más humanos. (O)

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