Traidor

Patricio Durán

El expresidente Rafael Correa y sus áulicos le acusan al presidente Lenín Moreno de traidor, que su actitud es “una completa traición a nuestros principios…”, y que, si las bases lo aprueban, pedirá la expulsión de Moreno de la formación oficialista.

Generalmente se acusa a los políticos de corruptos, de ineptos, vagos, de no cumplir con su palabra; ahora se les dice traidores. Traidor es una palabra fuerte. Shakespeare le da más gravedad al traidor que al asesino. A los traidores les quemaban en la hoguera, ponían sus cabezas en picas. Dante los puso en el noveno círculo del infierno, el más lejano al cielo; los ingleses los encerraban en la Torre de Londres rodeados de cuervos y los pasaban por una entrada de agua para que no contaminaran el aire.

Con el pasar de los días la traición ha ido perdiendo dramatismo y en la actualidad se confunde con la opinión y el lugar donde se habite. Un morenista puede verse como un traidor en huestes correístas y como héroe en filas morenistas. Como diría el periodista francés Georges Clemenceau: “Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro”. Ya lo dijo Campoamor: “En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que uno mira”.

Ecuador está viviendo una crisis histórica y trágica porque no tiene salida. La corrupción que campea por doquier puede considerarse una forma de traición. La corrupción afecta el desarrollo del país, y aunque hay leyes que castigan con rigurosidad a quienes se benefician con dineros del Estado, las tramas encuentran apoyo, tolerancia, comprensión y pactos en partidos que dicen ser democráticos. Hay políticos traidores que no cumplen su obligación, por ligereza, por ambición o por cobardía.