Al sabor de la zarzuela

Pablo Fabián Ortiz Muñoz

Quizá el momento político en el que nos encontramos se preste para definir el presente artículo con tal sabor, no es para menos conciudadanos, es asombroso y hasta inimaginable ver la calidad moral y la desfachatez de los que hoy fungen como candidatos a elección popular.

Para estos señores, carentes de cualquier principio o ideología, el pueblo simplemente es un instrumento necesario a sus mezquinos y maquiavélicos intereses.

En la actualidad ya no es necesario pensar o recapacitar el voto, las cosas están dichas y el panorama para nada se muestra halagador, es más, muy a nuestro pesar, la mayor cantidad de candidatos o son parte de la argolla, van a la reelección, o simplemente han sido parte de algún gatuperio, lo que definitivamente pone en tela de juicio la forma en la que la mayoría de los ecuatorianos vamos a decidir por quién votar.

Que paradójica resulta la clase política actual, ya no simpatiza con una corriente ideológica o con una filosofía de pensamiento, peor aún con principios definidos, para ellos estos enunciados son simplemente una fábula mal narrada o historia de otros tiempos; si solo pensásemos un minuto en forma coherente, diríamos cómo es posible cambiar la ideología o la forma de pensar, tan fácilmente.

Por supuesto no se puede olvidar a ese grupo de adeptos, ciegos y sórdidos secuaces, firmes a sus creencias y postulados doctrinarios, que siguen cual sombra a los eternos salvadores de las desgracias del país; que sin lugar a discusión en nada han contribuido a los intereses para el bienestar colectivo y el desarrollo social, más que a sus propios intereses y los de sus allegados, más conocidos como lambiscones.

La corriente ideológica ya no tiene sentido, un día soy de izquierda, al siguiente soy de derecha; un día estoy con un partido, mañana estoy con otro; hago alianzas entre desconocidos, sin importar la camiseta; parece que lo importante es ganar, no importa el precio o lo que tengan que ceder; esa es la clase política que nos gobierna, que maneja nuestros destinos, que nos dice qué hacer, cómo actuar, como pensar y hasta en que creer, aunque parezca irrisorio, esa es la verdad. (O)

[email protected]