Alúmbrese

Pablo Vivanco Ordoñez

Los nacimientos son en esencia alumbramientos que prodigan sensaciones variadas: lo nuevo genera ansiedades, lo no conocido temores, y el futuro se hace de instantes y momentos, tanto como de sueños y esperanzas. El principio es siempre un punto de no retorno, y ese es el momento donde las expectativas se fraguan en la concupiscencia de la felicidad anhelada, o se recae en el sopor de la ilusión fallida.

Para el mundo católico, un día como estos ha nacido, el que su historia nombró Jesús, y desde ahí existe. El recuerdo de su nacimiento es la nostalgia de una luz que se ha encendido, que no se ha alcanzado, que se espera, se prepara, pero ayuda a vivir. Esa fe, la misma que guardan en el relato de su propia historia, prodiga fuerza para el camino, esperanza en el tiempo venidero, y resignaciones de entrega a la inmanencia del mundo.

Sin aludir a las creencias religiosas, ni a los credos ideológicos, ni las preferencias por la espiritualidad, es necesario que alumbremos todos los días, ideas que construyan desde lo doméstico y cotidiano, desde lo público y lo político, desde lo interior del individuo y desde lo exterior en la vida colectiva. Desentendernos de uno mismo, es desentenderse del mundo, por eso, debemos nacer todos los días, y morir un poco todas las noches.

Esa fe en lo que creemos, la fe en la historia que decidimos afianzarnos para vivir, puede, los últimos días del año, empezar a ser frígida, interpelante, de decepción o sensación de triunfo. Hay quienes creen que la esperanza esa una extensión del lamento, y hay quienes creen que el lamento es el despilfarro de la voluntad constructora. Ambas, tanto la esperanzadora que anhela un sol más prístino y noches de luna llena, tanto como los negacioncitas de un nuevo alumbramiento, sienten la necesidad de preguntarse por el sentido de uno-mismo, de uno en el mundo, del mundo en uno, y del mundo mismo.

A ustedes, que leen lo que escribo, mi anhelo de alumbramiento, de luces o de sombras, de indignación o de utopía; al que lee por curiosidad, también, alúmbrese con la virtuosa y colorida vida del mundo. (O)

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