A pagar la factura

Al gobierno le resultó harto difícil aceptar que la economía doméstica está en crisis. Que el jaguar latinoamericano no pasaba de ser de un débil y enfermo felino, incapaz de lidiar en un escenario adverso y que el milagro ecuatoriano, por otra parte, aquel que ponía supuestamente al país a jugar en las ligas mayores, estaba bien para un hermoso cuento chino y nada más.

Y es que el deterioro en el precio del petróleo, la apreciación del dólar, la contracción del gigante asiático y el desplome de un modelo económico sustentado en el gasto público, obligó al Ecuador a que dejáramos de vivir de falsas ilusiones y debamos colocar los pies en la tierra.

Ciertamente, al cerrar el año 2016, los organismos internacionales y las propias autoridades del régimen coinciden en que la economía ecuatoriana decrecerá, en un rango del -1,7% al -2,5% del PIB, lo cual refleja un deterioro en el bienestar de la población. Recordemos, que en un esquema de dolarización, la variable natural de ajuste es el empleo, aspecto que, precisamente, se ha visto afectado.

Y al hablar de los indicadores del mercado laboral vemos como por ejemplo, en el ámbito urbano, el empleo adecuado /pleno, según cifras y metodología oficiales, pasa del 55,1% en septiembre 2012 a 47,5% a septiembre de 2016, es decir, una contracción del 7,6%, en tanto el desempleo sube, en igual periodo, del 4,6% al 6,7%.

De otro lado, el endeudamiento externo es una pesada cruz que deberá cargar el pueblo, cuyo monto supera el 38,7% del PIB. De nada sirve, entonces, auto-engañarnos con conceptos forzados sobre deuda pública consolidada. Las obligaciones de pago son reales y hay que honrarlas.

Lo cierto es que llegó la hora de asumir los costes que dejan los excesos del socialismo del siglo XXI. (O)

@giovannicarrion