El cambio es posible

Jaime Durán Barba

Cuando terminó el G20 los sectores más arcaicos tuvieron algunas reacciones provincianas. La mentalidad avivada, sin perspectiva estratégica, es propia de las élites más conservadoras, tanto de izquierda como de derecha. Se constató una vez más la existencia de la brecha entre ellos y la mayoría de la gente.

Los ciudadanos comunes tienen sentido común y se dan cuenta de que la integración al mundo es algo que traerá en el mediano plazo enormes ventajas. Otra actitud provinciana fue decir que había terminado el sueño, que la carroza se convirtió en calabaza. Viven consiguiendo planes sociales para pagar activistas que participan en sus campañas electorales y en las movilizaciones que organizan para incrementar el negocio.

Creen que debemos olvidarnos del mundo desarrollado, dedicarnos a discutir sobre los gobiernos militares de Cuba, Nicaragua y Venezuela, escombros de economías centralmente planificadas, que destruyeron a los productores y usaron la plata del Estado para reproducir la pobreza. En los tres casos un porcentaje importante de la población debió irse a países en donde la indigencia no sea tan insoportable.

Actitud. Pero la mayoría de argentinos tuvo otra actitud. No quiere dictaduras, prefiere que no exista pobreza, quiere integrarse al mundo desarrollado en el que el trabajo y el consumo permitan que la vida sea mejor.

No debemos pensar que el G20 acabó y que estamos condenados a volver al pasado. El ideal de pobreza cero es posible y lo están logrando China y la India, donde han salido de la pobreza cerca de mil millones de personas, casi el doble que la suma de la población de todos los países latinoamericanos.

Necesitamos hacer transformaciones que demandan tiempo y esfuerzo pero la meta es posible. Ningún país se desarrolla sorprendiendo a un grupo de turistas ricos en dos días de fiesta, sino después de años de esfuerzo en una misma dirección: economías de mercado, competencia, fomento del trabajo, respaldo a la actividad empresarial, orden, combate al delito. Necesitamos superar el típico ombliguismo latinoamericano y abrir nuestra mente a un mundo que es enorme, diverso, complejo, contradictorio, pero es allí en donde estamos obligados a encontrar el lugar que nos permita participar y competir con países de una sociedad global que se estremece con la revolución tecnológica.

El mundo es enorme y diverso. Debemos cambiar nuestras cabezas para aceptar las diferencias, aprender a respetar a otros justamente porque son diversos y aprovechar las relaciones con ellos para construir un mundo mejor para todos los seres humanos.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.
(Fuente www.perfil.com)