¿Qué nos ha dejado el FIAV-Loja?

Félix Paladines P.

Transcurridas tres semanas desde que concluyera el III FIAV-Loja, creo que contamos ya con suficientes elementos de juicio que nos permitan adelantar –en este y otros artículos- una primera evaluación objetiva del mismo y responder, por lo menos parcialmente, a la pregunta: ¿Qué nos ha dejado a los lojanos el Festival de Artes Vivas? (esta pregunta nos fue formulada en un conversatorio, apenas concluido el Festival).

Los duros e injustos argumentos iniciales de algunos críticos, que se oponían a la realización del Festival, se han ido desgastando por sí mismos, paulatinamente, y no tenemos para que referirnos más a ellos, la realidad los ha dejado sin piso: en los dos años que median entre la primera y tercera convocatorias, el Festival se ha ido consolidando como el megaevento cultural y artístico más importante del Ecuador de estos días, en un Festival con un activo y novedoso componente de arte nacional, y con una participación popular que nos enorgullece, en el que hay lugar para todos, para todas las sensibilidades y todos los niveles del gusto estético, sin caer en actitudes vulgares ni parroquianas. En el FIAV-Loja hay arte para todos: para un público iniciado, enterado y capaz de explicar lo que le gusta y lo que no, y para un público curioso y ávido de nuevas experiencias estéticas, pero siempre respetuoso y atento. El FIAV no es solamente la alta cultura, no es el arte moderno o contemporáneo, casi inaccesible para amplias mayorías de la población: el gran arte es necesariamente elitista, lo aceptemos o no. Frente a esas formas de arte, altamente especializado, la casi totalidad del público no sabe cómo reaccionar, el espectador se queda como el alumno al que el eminente profesor le explica el quid de las altas matemáticas y, mientras asiente con la cabeza, queda más confundido que antes.

Por otro lado, la corta experiencia vivida nos permite afirmar que no hay correlación, definitivamente, entre el tamaño y la población de una ciudad y el movimiento cultural de la misma. Dicho en otras palabras, el gran tamaño y la alta población de una ciudad nada tienen que ver con el movimiento cultural y artístico que esta pueda generar. Esto es bueno que comience a comprobarse y comprenderse, porque así, finalmente, se acabará aceptando que toda la gran inversión en cultura no puede continuar concentrada en el eje histórico Guayaquil-Quito.

Lo fundamental del Festival se desarrolla en el corazón de la ciudad, en su centro histórico, y el centro histórico, hoy más hermoso que nunca con el programa REGENERAR casi concluido, está lleno de amplios escenarios naturales, propicios para las artes populares, especialmente: plazas, calles y avenidas, entre las que sobresale la Plaza de San Sebastián, arquetipo de lojanidad. Nada con más personalidad y claro acento lojano que la Plaza de San Sebastián. Cuando estamos en ella como que nos sentimos más lojanos: ella encierra una gran carga simbólica, una fuerte carga afectiva: es un espacio en el que todos los ciudadanos nos reencontramos, sin diferencias odiosas. (O)