Mirar estrellas

POR: Luis Fernando Revelo

Cuenta el evangelista Mateo que cuando nació Jesús “unos magos vinieron de oriente”. Quizá ellos llegaron a conquistar la fantasía popular, inclusive la leyenda les asignó número, nombres, y hasta los convirtió en reyes. De acuerdo con algunas narraciones que se han recopilado, en la catedral gótica de Colonia se puede admirar la urna de los “tres reyes”.

La Iglesia celebra la Epifanía (manifestación del poder divino a los hombres) a los doce días de la Navidad. Esta fiesta es de origen oriental, posiblemente comenzó a celebrarse en Egipto, luego pasaría a otras iglesias de oriente y finalmente fue traída a occidente. El episodio de los magos que siguen a la estrella y que llegan a Belén con sus regalos a adorar al Mesías se convierte en el tema principal de esta fiesta.

Podemos imaginarnos como se nos ocurra: tres, pocos o muchos, a pie, en asno o en camello, solos o con un cortejo, jóvenes o ancianos, amigos de toda la vida o encontrándose en el camino o al final de él. La verdad es que ellos representan a las naciones del mundo, eran sí hombres majestuosos, sabios y ricos, venidos de lejos, con una pasión que no sabía de dificultades: Cruzaron valles extensos, vadearon ríos, escalaron montañas, atravesaron ciudades, pero siempre con la mirada puesta en alto, mirando la luz refulgente de la estrella que los iba guiando. Al Niño lo adoraron, postrados en tierra y le ofrecieron sus dones.

Sin duda alguna, estamos rodeados de señales, empapados de estrellas orientadoras, pero somos tan ciegos que no vemos hacia dónde apuntan. Ya lo decía Confucio: “El sabio señala a la luna y el necio se queda mirando el dedo”. Si no nos quedamos en lo superficial, solo mirando el dedo, pronto descubriremos millares de estrellas que quieren guiarnos a una nueva vida.