Situación de los ancianos

Jaime A. Guzmán R.

Hemos logrado avances asombrosos en todos los campos: nos han sorprendido los descubrimientos tecnológicos; nos hemos deslumbrado con la creación de normas jurídicas en torno al fortalecimiento de los derechos humanos, las libertades fundamentales de las mujeres y las seguridades sociales; y, día a día continuamos en la gloriosa conquista de nuevas invenciones.

No obstante, preciso es correr la cortina, no hemos logrado salvar a los ancianos del abandono en que se encuentran. Y el desprecio, irrespeto y maltrato inferido a estos seres que alguna vez fueron los paradores de la espada, la pluma, el martillo y el arado de la familia, sigue incrementándose.

Ante esta dura realidad, importa sobremanera que nos dediquemos a la gran tarea de buscar alternativas para proteger a estas indefensas personas. Hasta que llegue el día en que podamos vencer la inercia mental que nos impide ver las cosas como deben ser y hasta que comprendamos y aceptemos que los ancianos tienen el derecho a vivir y ser amados, a no ser discriminados, a tener acceso a la salud integral, al mejoramiento de las pensiones que paga el IESS, tenemos que erradicar la venenosa idea de que las personas de la tercera edad ya no sirven y que constituye en la práctica la mejor arma para mejorar las condiciones de tales personas.

Desde luego que no es una tarea fácil, pero tampoco puede decirse que sea imposible, sobre todo si se empieza a tomar conciencia de la situación.

Para sintetizar en una frase lo mencionado anteriormente, repetiré las palabras que en alguna ocasión en un verso que lo dedique a un viejo amigo: “Si los niños, los minusválidos, los alcohólicos, tienen sus defensores y protectores, por qué negarles ese derecho a los ancianos”. (O)