Fin a privilegios

Rodrigo Santillábn Peralbo

La persona ungida de asambleísta tiene elevadas misiones que cumplir desde el Parlamento Nacional: servir al país y su pueblo con legislación ágil y oportuna, y con la más enérgica y eficiente fiscalización de las demás funciones del Estado y sus responsables; es decir desde el Presidente de la República para abajo; de allí que un asambleísta, antes de que sea elegido debe probar que posee la más alta preparación en cuanto conocimientos, junto a una vida colmada de honestidad, decencia y dignidad.

Claro, cualquiera puede aspirar a ser Presidente, Vicepresidente, asambleísta, alcalde, prefecto, concejal o consejero, pero la experiencia demuestra que el pueblo no siempre elige a los mejores y las equivocaciones producen desencantos, corrupciones, mayores desigualdades y constante subdesarrollo.

Partidos y movimientos políticos son responsables de las personas que escogen en calidad de candidatos. Con el afán de obtener la mayor cantidad de votos suelen elaborar sus listas con personajillos de la farándula, cantantes, deportistas, bailarinas, futbolistas. Los resultados pueden ser desastrosos cuando se descubren sus bajezas morales que solicitan y reciben “diezmos”, cuando hacen gala hasta de sus ignorancias, o si sólo sirven para levantar la mano, calentar asientos y cobrar sueldos junto a otros privilegios. ¿Dónde están los aportes significativos de muchos asambleístas actuales? ¿Dónde los asambleístas de fuste? ¿Acaso es ético heredar cargos?

La Asamblea Nacional no goza de simpatías, pero quienes la integran se bañan en privilegios, grandes sueldos, viáticos para viajes innecesarios, asesores, secretarias, mensajeros y otros beneficios negados a los ciudadanos comunes. Se debería limitar el número de asambleístas y poner fin a sus privilegios.

[email protected]