Las marchas ayudan, pero…

Karla Jaramillo Puertas

El país entero se ha movilizado por los abominables hechos de violencia contra las mujeres. El caso de Martha y el de Diana serán emblemáticos ya que han permitido a la sociedad ecuatoriana empoderarse y manifestar su rechazo ante el abuso machista.

Sin embargo, el nombre de Martha y Diana sumarán la cifra interminable de féminas que todos los días son maltratadas, ultrajadas y muertas en manos de un hombre; tal como, en su momento, sucedió con Karina del Pozo. Acontecimientos que se volvieron mediáticos por la cobertura brindada y porque dos de ellos sucedieron en Quito y fueron difundidos por medios de cobertura nacional. Pero ¿Qué pasa con el ciento de féminas que sufren lo mismo y no se convirtieron en noticias?.

¿Qué sucederá cuando la euforia del momento se apague? O cuando los medios de comunicación dejen de hablar del tema.

La gran interrogante aquí es: ¿Qué estamos haciendo nosotros para erradicar la violencia? ¿Todavía somos de las que enseñamos a cocinar y hacer las tareas domésticas sólo a las niñas? ¿Aún servimos a nuestros esposos en la mesa sin que ellos asuman su responsabilidad y se involucren en la preparación de los alimentos, limpieza de los platos o en la infinidad de actividades que se realizan al interior de la casa? ¿Qué ejemplo estamos dando a nuestros hijos?.

¡Cuándo vamos a hablar con ellos y decirles que sus parejas no tienen derecho a acceder a sus celulares, que no pueden, ni deben decidir qué ropa vestir o con qué amigos llevarse! O que los celos no son amor sino inseguridad y desconfianza. ¡Qué no pueden decirles gordas, feas, inútiles, peor empujarlas, cachetearlas o pegarlas! .

Entonces, las marchas ayudan a visibilizar el tema, pero no son suficientes si desde nuestros hogares no tomamos conciencia y empezamos a educar a nuestros hijos desde la igualdad de condiciones y derechos. (O)

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