El atraco al IESS

Carlos Freile

Uno de los mayores crímenes cometidos por el gobierno de Rafael Correa fue el atraco desvergonzado e irresponsable al IESS, que en palabras simples significa un robo con premeditación y alevosía, nocturnidad y ventaja a sus afiliados y beneficiarios.

Los fondos de esa institución pertenecen (¿pertenecían?) a estos últimos, no al Gobierno ni al Estado, apropiarse de ellos para emplearlos en fines distintos a los que fueron dedicados por sus dueños es un delito pesquisable de oficio. Pero hay algo más.

Correa se presentó ante la opinión pública como católico practicante y seguidor de la Doctrina Social de la Iglesia. Con ello, también mediante fotos irrespetuosas con la Fe Católica, convenció a un porcentaje de los fieles de todo nivel. Sin embargo, el catecismo enseña que si alguien roba no solo es un delito, sino un pecado, que llega a mortal cuando la cantidad es significativa o si el perjudicado es menesteroso, débil, sin protección….

En el asalto, sin defensa posible, al IESS sufrieron sobre todo los ancianos jubilados, los enfermos, en una palabra los más necesitados. Y esto es un grave pecado delante de Dios (aquí podría citar una serie de textos bíblicos que avalan la tradicional enseñanza de la Iglesia).

Pero hay más: el catecismo también enseña que quien roba debe devolver lo sustraído, de lo contrario no recibirá el perdón, aunque se hubiera arrepentido y confesado. ¿Cómo podrá Correa devolver lo que, bajo su mando y responsabilidad, se robó al IESS?

Lo más probable es que ni siquiera se plantee el problema, que viva con su ignorante conciencia tranquila y en paz, considerándose un elegido del Cielo y con las Puertas del Paraíso ya abiertas. No es mi intención condenarle desde ahora, pues Jeremías afirma sin ambages: “El juicio le corresponde a Dios”. Pero, como dicen los italianos: “Hablando del techo para abajo…”

Nota: Me solidarizo de corazón con las mujeres atacadas bárbaramente, con el niño asesinado junto con la madre, en el vientre de ella, y con los extranjeros vejados por ecuatorianos salvajes. ¡Nunca más! ¿Nunca más?

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