La violencia no tiene color, ni cara, ni nacionalidad, tiene tan solo violencia

Pablo Ruiz Aguirre

Si la cabeza de un país, el primer mandatario, convoca a la xenofobia y a formar brigadas en contra de los venezolanos estamos mal. La violencia no tiene nacionalidad, tiene violencia.

Si creemos que los actos de violencia que se han generado hasta ahora dependen de un color de piel, origen de país, estamos mal, esto depende del machismo inmerso en cada uno de los ciudadanos, sino acordémonos también de las turistas argentinas asesinadas por ecuatorianos, o de los innumerables casos de violencia de género donde han estado involucrados ecuatorianos en España. Tenemos que ser coherentes porque la violencia de género no merece hipócritas, necesita personas conscientes de este problema. No hay que ver la paja en ojo ajeno.

Si creemos que solo ha pasado recientemente, y no es un problema social, estamos mal. Nuestra memoria tiene entonces selectividad mortal. Muertos que valen más y muertos que valen menos. Ahora las víctimas tienen nombre, pero nos hemos olvidado de otras, Emilia, etc. La historia debe ser nuestra aliada.

Si creemos que responder con violencia a la violencia es la solución, estamos mal. Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego. Necesitamos políticas integrales e interdisciplinarias, para ir a la raíz del problema, no para poner parches superficiales y mediáticos. Necesitamos servidores públicos y autoridades competentes y capacitadas en violencia de género no solo en saber usar armas y palabras.

Si creemos que los partidos políticos no son sesgados para la utilización de estos actos, ¡cuidado!, analicemos quienes ahora son los defensores de los derechos de las personas, analicemos que muchos de ellos fueron escudriñados por la comisión de la verdad.

¿Queremos hacer algo? No juzguemos por la nacionalidad, los colores, la bandera. No justifiquemos nuestros actos, los de casa, los de familia, los de nuestros amigos. Aprendamos a identificar la violencia como lo que es, violencia, desde cada espacio, desde cada momento. Cada vez que como hombres presionemos a nuestras parejas, cada vez que las veamos como objeto, cada vez que presenciemos un acto de acoso callejero, cada vez que hombres y mujeres se sometan a la reproducción de arquetipos de género, cada vez que suceda esto. Descalifiquémoslo. Avergoncémonos. Rectifiquémoslo. No lo normalicemos, ahí empezamos a cambiar la realidad.

Cada vez que tengamos la oportunidad de no reproducir la violencia en redes sociales, de no compartir un video, una foto, que no hace sino demostrar la misma bajeza de cualquier victimario, no lo hagamos, sino que llamemos a la prudencia y paz, que tanta falta hace en nuestro país. Cada vez que dejemos de ver el problema fuera de nosotros y lo asumamos responsablemente, estaremos contribuyendo a mejorar caso contrario seremos iguales de vulgares que quien portó un cuchillo e Ibarra, y quien emborrachó a otra víctima la semana pasada.

Si nos dedicamos el metro cuadrado de existencia que nos corresponde, el mundo en su extensión puede cambiar. (O)

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