¿Podemos cambiar la sociedad?

Hever Sánchez M.

En el libro del éxodo en la Torá, Moisés conduce su pueblo hasta la tierra prometida por un territorio que bien lo pudo haber hecho en unos cuantos días…pero se tardó 40 años. La razón? Para que muera el último hebreo nacido en esclavitud. Moisés quería llegar a la nueva Patria con una raza nueva, con una raza libre de cuerpo y de alma.

Cambiar las bases de la sociedad en nuestro país no es únicamente un sueño o una quimera, es una necesidad latente, una necesidad impostergable que se vuelve imprescindible en los actuales momentos; pero para cambiar la sociedad habrá que cambiar todos los patrones culturales que hasta ahora hemos utilizado y que han sido un fracaso total.

Nuestros abuelos nos decían que a los hijos hay que formarlos cuando tengan uso de razón (¿13, 14, 15 años?); la historia nos ha enseñado por el contrario que a las sociedades se las transforma desde el vientre de la madre, desde la niñez más temprana; desde los primeros pasos del niño. Los valores, los principios, el respeto a la mujer (Y también al hombre), a la madre naturaleza, son cimentados en casa, desde la fuente misma del hogar.

Para que estos cambios se den, es indispensable cambiar la educación. Una educación que fluya desde las necesidades mismas de nuestra sociedad. Una educación laica sin falsos garantes espirituales que únicamente velan por lo económico, una educación en donde el centro de la enseñanza sea, la filantropía, la solidaridad y la igualdad entre los ciudadanos, en donde prime el bien común, en donde las leyes sean aplicadas para todos, una educación en la que sea el ser humano y no el dinero el centro mismo y la razón de la existencia. En definitiva, una educación de políticas sustentables para asegurar una existencia pacífica y segura de las futuras generaciones.

Esta tarea es de todos. No esperemos que el cambio venga de los gobiernos de turno. Les hemos visto desfilar a través de la historia y también hemos visto desfilar en sus manos las riquezas de la Patria y mientras más salvadores llegan, peor estamos. Este es un desafío de cada familia, de cada ente social. Empecemos por nuestros niños en casa. Los frutos tardarán en llegar es cierto, pero llegarán. (O)