Ola de violencias

La exacerbación de la violencia en diversas partes del mundo no se puede ocultar, debido a manifestaciones vigentes y tan repudiables como el fanatismo religioso, el ultranacionalismo, el racismo, la xenofobia, el rechazo permanente a las diversidades sexo genéricas y las diferencias culturales, el síndrome de la falsa superioridad entre las naciones, la disputa económica y recursiva entre los Estados, la competencia asimétrica entre ballenas y peces pequeños en materia de comercio exterior. Parecería que el mundo enloqueció y que esta locura nos rebasa largamente. Las escenas cargadas de violencia sobrepasan cualquier película de terror.

Lo más grave de esta exacerbación es el rol pasivo que asume el sujeto, pues mira lo que sucede en su realidad inmediata desde su comodidad sin pestañear y en tiempo real, gracias a las tecnologías de la información y la comunicación.

Con celular en mano, cualquier persona monitorea y sigue segundo a segundo un secuestro, un atentado, un asesinato o una violación. En vivo y en directo, y con la posibilidad de viralizar un hecho, la población tiende a confundir la realidad con un hecho virtual. Ahora se transmite en señal abierta cualquier situación que pudiera ser de lo más nociva y grotesca. El morbo gana terreno y se mixtura con la impavidez.

Parecería más fácil grabar un acto delincuencial que intervenir en ayuda de alguien que está siendo agredido bajo distintas maneras y modalidades. La idea del registro audiovisual de un delito inmoviliza a la gente y le resulta más fascinante. La frase de que los “malos ganan” cada vez es más contundente, porque los buenos toman fotos y graban vídeos. Si bien, en las filmaciones y las imágenes se recrea la escena de un delito y pone en evidencia a los culpables, el costo de no haber hecho nada por quien fue agredido es peor. Ya sucedió en Ambato con el taxista que falleció a puñaladas en manos de un delincuente y lo similar se observó con la muerte de Diana en Ibarra. La sociedad necesita volver a confiar en sí misma y eso no se logra a punta de celulares y redes sociales.

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