Ser político: un buen negocio

Ugo Stornaiolo

Con la crisis económica en ciernes, y las indecisiones del gobierno para encontrar el rumbo, con un país que está en crisis política, social, económica y de valores, que fue alimentada por la violencia sembrada durante la “década del terror” de Rafael Correa, se inició la campaña electoral para las seccionales del 24 de marzo de 2018, donde unas 80 mil personas buscan un cupo de los 11 mil disponibles para alcaldías, prefecturas y juntas parroquiales, sin olvidar la elección de miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.

En todas partes surgen populistas de toda laya, “pequeños correítas locales” y personajes, cuyo mérito en el currículo es no tener mérito (o ser amigo de alguien). Una mayoría de desconocidos, aventureros y camaleones de la política y una minoría que entiende el servicio público.

Quito tiene 18 candidatos a la alcaldía y Guayaquil 17. ¿Mucho es el interés por las dos ciudades o algunos quieren mejorar su hoja de vida? El país vuelve a enfrentar esta elección con indecisión. Las encuestas hablan de un 80% de personas que no deciden su voto.

A eso se agrega una campaña, por 45 días, en medios tradicionales y la atosigante presencia de los “redentores” en redes sociales, carteles, afiches, vallas, llaveros y cualquier objeto que los exponga con su mejor sonrisa y pose fingida, pidiendo el voto.

Candidatos que ofrecerán cualquier cosa, en cualquier plaza, mercado o cancha, mostrando habilidades como vecinos, gente sencilla, futbolistas o voleibolistas. Formando agrupaciones para la ocasión y generando empresas electoreras que se disolverán al terminar la campaña.

Buen negocio ser político. Si se logra el objetivo se asegura un sueldo por cinco años (y quien caiga en corrupción puede ver más dinero del que tuvo en toda su vida), con viáticos, dietas, chofer a la puerta y asesores (amigos que quieren recuperar la inversión). Si no, otra vez será…

Dificultoso pedir a la ciudadanía que escoja a los mejores. ¿Dónde están? Nueva oportunidad para meditar si funciona el voto obligatorio, porque siguen siendo pocos quienes deciden el destino de todos.

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