La carishina

POR: Germánico Solis

La convivencia de los pueblos kichwas y mestizos, señalan sincretismos en la historia de América luego del asomo de los europeos, concordancias culturales que sustentan armonía en muchos adiestramientos. La lengua no podía estar fuera de las concordias, la costumbre ha permitido vocablos que engrosan el idioma español y que siendo de origen americano enriquece la comunicación.

Hay un término que se lo puede entender como lingüístico, gramatical, incluso folclórico, tradicional y popular, me refiero al de carishina, utilizado en el lenguaje coloquial que refriere a la mujer caracterizada por actitudes entendidas como privilegios del varón. La procedencia le da un significado de “tal como varón”.

La familia tradicional preparaba a la mujer para ser buena hija, hermana, excelente esposa, y adjunta a la fe católica. Ser mujer involucraba saber tejer, ordenar la casa, lavar, planchar, tener y cuidar hijos, salvo las clases pudientes, la mujer no podía estudiar carreras liberales y que contradigan su función en el hogar, a lo sumo la mujer integrada al campesinado eran sembradoras, cosechadoras, pastoras, u ordeñadoras. Con el tiempo la mujer ejerció la artesanía, apareciendo modistas o tenderas.

El atrevimiento de la mujer para realizar juegos de los hombres u ocupaciones arrogadas a los varones, era motivo para llamarla carishina, era un descrédito que mermaba la buena fama de mujer de casa. Muchas veces la carishina era vista como aquella que exageraba el coqueteo con el ánimo de llamar la atención de los hombres. La expresión era condenatoria en la familia y fuera de la misma.

La carishina no se complicaba escalar un tapial y luego a un árbol para arrancar un fruto, subirse en una bicicleta, jugar a la pelota, tocar una guitarra o montar a caballo, afanes aparentemente ajenos a su sexo. El calificativo carishina tenía un parentesco con el de machona o con hábitos hombrunos.

La carishina sin embargo ha sido entendida también como la mujer no sumisa que busca libertades alejadas del tradicionalismo y de los códigos femeninos. La música y la poesía ecuatoriana la reivindica en una canción que dice: “en la calle silbadora y en la casa gran señora”.