El fútbol I

Cansado de la política, de sentir impotencia ante tanta corrupción, he decidido hacer un alto al tema político y escribir sobre asuntos más refrescantes como el fútbol, el clima, los eventos cotidianos que acontecen en la calle, los inconvenientes del vivir, que puede decirse que son los temas constantes, recurrentes, permanentes del ecuatoriano de a pie. Se habla “en fútbol” cuando se habla de fútbol. Cuando se habla de otra cosa se dice que un político se ha hecho un autogol -como el que se hizo el asambleísta Jorge Corozo-, exarquero del Olmedo, con la Ley de Comunicación (¡Ups!, me traicionó el tema político).

Todos los países tienen un tema común, general, un espacio léxico, y en Ecuador es el fútbol. Decía el poeta y artista inglés William Blake -influido por Hegel- que “no hay progreso sin contrarios”. No hay conversación sin un subtexto de discrepancia, porque las concordancias producen somnolencia. Afortunadamente, el fútbol ha permitido a los ecuatorianos sacudirnos del letargo, disentir unos de otros, durante muchos años, convirtiéndose en un escape a esa olla de presión que es el convivir diario.

Indudablemente el fútbol es la actividad más influyente en la vida de las personas, donde los estadios son templos sagrados que sustituyen a la propia iglesia, y cuyos jugadores son ídolos de masas. Tenemos el caso de “Dieguito” y su iglesia “maradoniana”, que constituye una parodia de religión creada por sus admiradores, seguidores y fans, quienes lo consideran el mejor jugador de todos los tiempos.

La imagen del futbolista, si es famosa perdura hasta la eternidad, con un nivel de idolatría digno de los profetas divinos o de las diosas (correístas) del Olimpo. A veces odiados, y otras veces amados, los futbolistas también han acuñado frases que han quedado para la posteridad. Continuará.