La leyenda de Rayu apaya y el padre pescador en Napo

NATURALEZA. Por el río Hollín vivía Siquihua con su familia. Allí vio prosperidad. (Foto: panoramio.com)
NATURALEZA. Por el río Hollín vivía Siquihua con su familia. Allí vio prosperidad. (Foto: panoramio.com)

Los relatos y mitos de la Amazonía se han mantenido a lo largo de los años por sus habitantes, quienes aseguran que en realidad sí ocurrieron y que las han vivido, por lo que creen que es muy necesario que sus habitantes lo divulguen. Aquí uno de los relatos que se escribe en el blog: cuentosyleyendasdenapo.

Llega la mala suerte
A unos cuantos kilómetros de Hillu yacu -río Hollín- (Napo), vivía Siquihua y su familia. Él era un diestro cazador y un hábil pescador, esto hacía que la despensa de la casa estuviera siempre llena. Pero como hasta la abundancia molesta a cierta gente, en una ocasión su mujer empezó a quejarse de un fuerte dolor en los brazos, por la dura labor de ahumar la carne de monte y los pescados. Por esta razón, Siquihua tuvo que dejar la cacería y la pesca, que no solo era su mejor entretenimiento, sino también la forma de mantener a su familia. Pasado algún tiempo y cuando la comida empezó a escasear, salió a cazar al monte y no consiguió atrapar ningún animal; entonces fue a pescar y el río le negó los peces. Era como si hubiera perdido su gran toque. Y así pasaron los días y su mala suerte se acentuaba. Su seres queridos dejaron de hablarle y su esposa le dijo que era un inútil y que lo detestaba.

En busca de ayuda
Siquihua, como todo indígena cuando se encuentra en problemas, acudió en busca de ayuda donde el brujo de la comarca, quien le recomendó un estricto ayuno y le prohibió la sal, el ají y el vinillo. Y él así lo hizo, cumplió al pie de la letra las recomendaciones del sabio anciano y una noche de Luna salió a pescar al rio Hillu Yacu, donde estuvo por horas lanzando su atarraya, sin lograr pescar nada; probó con el anzuelo y el resultado fue el mismo, trató con el huami (embudo de carrizo) y tampoco tuvo suerte. En eso, la lluvia, los truenos y los relámpagos pusieron dramatismo a su desesperado accionar y Siquihua tuvo que refugiarse tras una gran roca para esperar que pasara el fuerte temporal. Estaba meditando en su mala suerte actual, cuando a lo lejos divisó la figura de un gigante que resplandecía al mismo ritmo que la tormenta eléctrica y lanzaba una colosa red primero hacia un lado y luego hacia el otro lado del río; en cada movimiento que hacía, los fenómenos atmosféricos tomaban mucho más fuerza.

Cuando aquel impresionante gigante estuvo casi sobre la roca que le servía de refugio, lanzó la red en varios sitios del río, recogiendo una abundante cantidad de hojas, las mismas que depositadas en la playa se convertían en grandes y apetitosos peces.

Siquihua trató de apoderarse de uno de los peces, pero el gigante, al darse cuenta de su presencia, con un vozarrón de trueno le dijo: “No te atrevas a coger lo que no te pertenece, pide y yo te daré lo que desees, pues soy el dueño, amo y señor de los ríos”. “Por favor, amigo”, le suplicó Siquihua, “mi mujer y mis hijos se mueren de hambre, solo te pido que me des mucha suerte para pescar como tú lo haces”.

Rayu trae la esperanza
El gigante, suavizando un poco su voz de trueno, le contestó: “Mi nombre es Rayu apaya (Poderoso rayo) y desde hoy cada vez que vengas al río, invócame y vendré en tu ayuda. Con mi protección cogerás muchos peces y tu familia no pasará hambre”.

Siquihua siguió al centellante gigante y llegaron a una cocha profunda, donde Rayu lanzó su red; una enorme y pesada boa fue atrapada y depositada en la playa. Rayu le aplastó la cabeza con sus dedos, tan fuertes como una enorme prensa, y le pidió a Siquihua que recogiera piedras negras y las colocara alrededor de la boa. Cuando el círculo de las piedras se cerró, el gigante las apuntó con su dedo y susurró unas extrañas palabras. De su dedo salió una fuerte descarga eléctrica y las piedras produjeron chispas que se convirtieron en llamas, prendiendo los leños puestos alrededor, de esta manera pronto la boa estuvo asada.

La comida estuvo deliciosa, todo lo que sobró Siquihua lo envolvió en ñachi pangas (hojas para maitos) y despidiéndose de su gigantesco amigo llevó todo ese alimento para su familia. Llegó a su casa, su mujer lo llenó de insultos y no quiso recibirlo; de nada sirvieron los regalos ni explicaciones. Lleno de ira, Siquihua se acordó de su amigo y lo invocó: “Rayu, Rayu, Rayu”. Así, un gran rayo cayó en su casa y acabó con la vida de la mujer.

Desde aquel hecho, en las noches de truenos Siquihua desaparecía misteriosamente y no regresaba, sino hasta al amanecer, con un cargamento de grandes pescados, que siempre repartía entre los más necesitados.

Siquihua es famoso por su generosidad y tanto en su comunidad como en los alrededores la gente lo llamaba ‘Aycha yaya’ -padre pescador-. (PT)