Oda a la vanidad

No siendo experta en tema de desarrollo urbanístico, se me complica un poco opinar respecto a aquello que necesita Esmeraldas como provincia para destacar sus atributos, desde el momento mismo de poner un pie en sus límites territoriales; de tal forma que al ingresar un turista se vaya haciendo la idea de cómo es la cultura esmeraldeña, su riqueza cultural o su gastronomía. En este espacio dejo abierta a la imaginación del lector, aquello que cree que se vería agradable en el entorno, junto a un “Bienvenido a Esmeraldas”.

Pero, como ya dije no soy experta en el tema y creo que nuestros gobernantes tampoco, tal es así que a poco de entrar a la provincia, uno se encuentra con lo que podría muy bien compararse a una selva, por el descuido sin igual. A puertas de un feriado nacional, que se cruza con la campaña electoral, imaginé que a algún candidato se le daría por apoyar los temas de promoción de las bellezas con las que cuenta la provincia, pensé, incluso, en el diseño de vallas publicitarias con fotografías de las playas, balnearios, ríos, paraderos turísticos con que cuenta la provincia.

Lamentablemente no es así, a poco de pisar Quinindé uno se encuentra de frente con pancartas gigantescas de propaganda electoral, con fotografías de candidatos tan bien editadas que uno creería que son participantes en un concurso de belleza. Y está todo este cúmulo de gigantografías tan armoniosamente ubicadas, que dan la impresión de medirse entre ellos como en un tablero de ajedrez, en el cual nadie sabe cuál será la siguiente jugada.

En la ciudad es igual, la cantidad de propaganda ha dejado sin espacio, incluso, a las palomas, dando lugar a una contaminación visual sin paragón, lo cual conlleva a que se viva una atmósfera caótica. Supongo que de esa manera es como estos señores pretenden vender su imagen de la construcción de una Esmeraldas donde imperará el orden y el respeto.

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