Fiesta y campaña

Freddy Rodríguez García

La Fiesta de la Fruta y de las Flores, en pleno auge, coincide con la campaña para la elección de los vocales del bodrio llamado CPCCS, así como de las autoridades de los gobiernos provinciales, municipales y parroquiales, como se los llama hoy, con la novelería propia de la Constitución de Montecristi. Lamentable coincidencia, ya que nuestra ciudad, que espera la llegada de miles de turistas nacionales y extranjeros, ha sido agresiva y masivamente embadurnada con carteles, pancartas y vallas publicitarias que se superponen unas a otras, con fotografías de señoras, señores y señoritas nada, poco o muy conocidos (varios de ellos “conocidísimos” por… mejor me callo), unidos a lemas que nos llaman a votar por aquellos, a cambio de la solución de todos los problemas parroquiales, citadinos y provinciales, y no pocos ofreciéndonos la felicidad eterna.

La confusión del electorado va a ser obvia, ya que por la enorme cantidad de candidatos, y por el aparecimiento de nuevos movimientos políticos, creados ex profeso para el candidato de ocasión, no sabemos a ciencia cierta cuáles son las reales diferencias entre las propuestas (si es que las han presentado) de unos u otros, y la conclusión parecería ser que lo que primó en muchos fue la apetencia personal por llegar a un cargo que, de alguna manera, los saque del anonimato, o les encuentre algún trabajo seguro para los próximos cuatro años.

Una pena que la fiesta mayor de los ambateños coincida con la vocinglería electoral, ya que los esfuerzos realizados por el Comité Permanente, acertadamente dirigido por una mujer inteligente, preparada y dinámica, como la señora Lissette Naranjo, merecen que todos los espectáculos programados se lleven a cabo con normalidad, y que los ambateños podamos disfrutar de la calidad de los eventos artísticos. Hago un cordial llamado a todos los candidatos para que, como una demostración de cariño y respeto a los tungurahuenses y a quienes nos visiten, suspendan los actos proselitistas, y no traten de introducirse en los sitios en donde se desarrollen los espectáculos para hacerse “los alhajas”, y hacernos creer que están allí casualmente, solo de paso.