¿Los cambios? De adentro hacia afuera

En el correísmo se dijo que las cárceles que inauguraban, algunas de alto costo, estaban entre las mejores del continente. Se echaron a un lado instituciones que desde la sociedad civil procuraban la rehabilitación de los presos y se dijo que eran tareas exclusivas del Estado. En los archivos de los medios de comunicación están esas declaraciones. Ahora la Defensoría del Pueblo pide que se declaren en emergencia.

Hacinamiento, malas condiciones de vida, asesinatos, suicidios, extorsión, tortura, tratos inhumanos y degradantes son el retrato en vivo de lo que sucede en esos establecimientos. Se reportan, además, tráfico y consumo de drogas, deplorables condiciones higiénicas, castigos inhumanos, repartición de comida en las manos por falta de platos, adecuación de camas en los baños y visitas maritales en los patios.

Unos hablan de construir más cárceles y de rehabilitar algunas que, por inadecuadas e inseguras, fueron desalojadas y cerradas. Pero la solución no parece que resuelva el problema, si no se establece un programa que contemple la ubicación de presos según la naturaleza del delito cometido y la sentencia recibida. Tampoco lo resuelve el endurecimiento de las penas.

La transformación debe ser total e integral tanto de la población carcelaria, como del personal que dentro y fuera de la penitenciaría se ocupa de su atención y disciplina. Extrapolar modelos carcelarios de otros países es peligroso, porque se pasa por alto la idiosincrasia nuestra, las formar de comportamiento social que nos son propias. ¿Los cambios? Desde adentro hacia afuera en el sistema carcelario. Solo así la emergencia será útil.

«Muchos jueces son incorruptibles, nadie puede inducirlos a hacer justicia”.

Bertolt Brecht
Dramaturgo y poeta alemán (1898-1956)

«La corrupción del alma es más vergonzosa que la del cuerpo”.

José María Vargas Vila
Escritor colombiano (1840-1933)