Una carrera judicial que la respalda

DESPACHO. La presidenta de la Corte Nacional de Justicia, Paulina Aguirre, tiene su oficina en el quinto piso.
DESPACHO. La presidenta de la Corte Nacional de Justicia, Paulina Aguirre, tiene su oficina en el quinto piso.

El horario de Paulina Aguirre, presidenta de la Corte Nacional de Justicia (CNJ), es así: 04:50 se levanta; de 05:00 a 06:00 camina y, después, se arregla; llega a su trabajo y no sale de ahí hasta las 19:00 o 20:00. Ni siquiera deja el edificio para almorzar, lo hace en su despacho con tres de sus compañeras juezas.

Esa es su rutina desde que se convirtió en la primera presidenta de la CNJ, en enero. Desde que inició en la carrera judicial, su meta fue llegar como jueza a la Corte Suprema (ahora Corte Nacional). Pero el plan cambió.

– Soy una mujer creyente. Pienso que Dios tiene los planes perfectos para cada uno y, obviamente, este era un plan de Dios.

Lo dice sobre el cargo que ahora ocupa y que le impide retirar a sus dos nietos de la escuela o almorzar con ellos. Rara vez se toma un café con sus amigas.

La lojana de 60 años entró a la Función Judicial en 1989. Por eso dice que defiende a los funcionarios y a la institución que representa. “Cuando estoy convencida de que algo está bien, lucho”.

Así, le ha tocado soportar las críticas, como la de pertenecer a una ‘corte correísta’. Pero ser una “mujer valiente, firme, de decisiones y convicciones” le ha servido para mantenerse, dice, inclusive contra el machismo dentro de la Corte.

Pasó de ser secretaria relatora a jueza de inquilinato y, después, de trabajo. Fue presidenta de una de las salas de la Corte de Pichincha y, luego, presidenta de la Sala de lo Laboral en la CNJ. Pero su trabajo provocó que pasara poco tiempo con su hijo.

– Él odiaba mi trabajo. Cuando él tenía tres años, entré a la Función Judicial. Tenía que llevarme trabajo a la casa. El fin de semana casi nunca salíamos.

Por eso, en 2021, cuando deje la Corte, espera ejercer como abogada, viajar, dedicar más tiempo a su familia. Finalmente, irse a su tierra natal por temporadas largas y tener una “casita” en Vilcabamba. (AGO)