Las experiencias cercanas a la muerte más terribles

HISTORIAS. A veces la vida parece que se nos va, pero de repente regresamos.
HISTORIAS. A veces la vida parece que se nos va, pero de repente regresamos.

Un día vas a cruzar por un paso de peatones, miras hacia un lado y ves cómo viene un carro a toda velocidad. Por suerte estás bien, pero lo que sentiste en aquel momento jamás lo olvidarás.

El Confidencial se puso en contacto con varias personas que han vivido una situación similar y que recuerdan como si les hubiera sucedido ayer mismo. Estas son las peores experiencias y más aterradoras cercanas a la muerte que han querido compartir.

El susto no te lo quita nadie
“Cada año realizamos un viaje anual para visitar un país nuevo. Siempre lo hacemos los mismos cuatro amigos. Nos encanta conocer nuevas culturas y disfrutar de sitios espectaculares. Estábamos en Kuala Lumpur (Malasia) y nos disponíamos a coger un avión rumbo a Bali (Indonesia). Todo salía según lo previsto. Cuando estábamos a mitad de camino (dura como unas tres horas) empezó a haber turbulencias. Pensamos que no sería nada, algo normal”, asegura el primer entrevistado.

“Los bruscos movimientos no terminaban y la gente se empezó a asustar un poco. Las maletas caían de sus compartimentos y las azafatas nos obligaron a ponernos las mascarillas de oxígeno. El avión iba en picado. La gente gritaba muy asustada. Nosotros no podíamos decir palabra, solo nos mirábamos entre nosotros pensando que era nuestro fin. Afortunadamente la nave volvió a ponerse en rumbo y todo quedó en un terrible susto. Cuando llegamos a nuestro destino la gente aplaudía y se abrazaba”, termina.

Un escape de gas casi fatal
“Mi madre ha sido una pesada toda la vida. Si no se enteraba qué hacías en todo momento te llamaba para preguntar. ‘Vas a llegar tarde. Eres un desastre. Tienes que comprometerte un poco más con las cosas en general’ , me decía muy a menudo. Pero gracias a ella estoy viva. Solo recuerdo que una noche los ojos empezaban a cerrarse poco a poco mientras estaba en casa”, explica la segunda.

“Tenía mucho sueño, pero perdía fuerza cada segundo que pasaba. No sentía las piernas hasta que llegó un momento en el que me vi arrastrándome por el suelo para intentar llegar a la puerta, pero sin poder conseguirlo. Lo siguiente fue despertarme en el hospital. Mi madre me había encontrado tirada en el pasillo. Hubo un escape de gas y estuve a punto de morir. Yo habría muerto aquel día si ella no hubiera sido tan controladora siempre”, concluye.

¿Tuviste miedo?
“Mi novio y yo volviendo desde Brujas a Bruselas en pleno enero, a las ocho de la tarde con ese frío típico belga que te cala hasta los huesos. En mitad de una curva y en medio de la nada se nos quedó el auto sin gasolina y nuestros teléfonos estaban sin batería, como en una película de miedo. Decidí salir a pedir ayuda (con la poca visibilidad que hay en las curvas y sin chaleco). Estuvimos horas metidos en el vehículo, helados, sin poder llamar a nadie y sin saber una pizca de francés”, explica la tercera entrevistada.

“Finalmente un hombre y su novia se pararon a ayudarnos e intentaron traer gasolina para que arrancara el carro. Nos dijeron que podríamos haber estado toda la noche porque en esa zona no suele parar nadie. Llegamos a casa sin sentir los pies y nos juramos que a partir de entonces revisaríamos siempre el depósito antes de hacer un viaje”, cuenta.