Honor al Gigante

EDGAR QUIÑONES SEVILLA

El 20 de marzo se cumplen 132 años del asesinato a Luis Vargas Torres, un gigante de la patria y el más grande ciudadano de la tierra de chibchas-tolitas, la cultura más sobresaliente en orfebrería, los primeros en fundir el platino a nivel universal y cultivadores de plantas nutritivas y de cura para los seres racionales. El coronel Luis Vargas Torres es el ejemplo cimero del honor de esta nación.

Enviado a prepararse para sacerdote en Quito, una profesión incompatible con su talento y patriotismo, abandonó los estudios luego de comprobar que la derecha cavernaria se había adueñado de la tierra que, con el nombre de Real Audiencia de Quito, había alcanzado el 24 de mayo de 1822, la independencia del imperio español, subyugada desde el 21 de septiembre de 1525. Su preparación intelectual había sido reforzada con la lectura de los enciclopedistas franceses Rousseau, Diderot, Voltaire y Montesquieu, así como de la práctica de los revolucionarios galos que combatieron por la Igualdad, Libertad y Fraternidad, a partir de la toma de la bastilla, el 14 de julio de 1789, la histórica revolución Francesa.

La herencia que su padre, Luis Vargas, le había heredado, su hijo la retiró de sus prósperos negocios, para ponerla al servicio del general Eloy Alfaro, quien luchaba bravamente por liberar a la nación de sus explotadores y enarbolando su espada justiciera condujo a cientos de patriotas en diversas batallas victoriosas, que culminarían en Loja, donde cayó prisionero y conducido a Cuenca fuera juzgado por un tribunal parcializado, negándose a pedir clemencia, ni aceptar el acto de fuga programada, para bajarlo del pedestal gloriosos en el que siempre se mantuvo. El jefe del pelotón de fusilamiento ordenó vendarle los ojos, pero el Coronel de Hombres Libres exigió que se lo deje recibir la descarga asesina mirando de frente a los explotadores de la nación y sus esbirros.

Ningún mortal de este territorio podrá igualar la dimensión de Luis Vargas Torres. Sí en cambio tenemos ambiciosos que se han enriquecido apropiándose de los fondos públicos y del trabajo de sus congéneres. También aquellos que traicionaron a la provincia y la patria como los vende-puerto, que prosiguen haciendo gala de sus fechorías. Hombres como Luis Vargas Torres, no mueren jamás, han pasado a gozar de la gloria eterna.