Patear el tablero

César Ulloa Tapia

Llovía en Quito mientras se cerraban las urnas. La población esperaba expectante los resultados electorales, sobre todo para las dignidades de alcaldía y prefectura. A una semana de los comicios, el porcentaje de indecisión era muy alto, pese a que las encuestas más activas no dieron nunca pie con bola. Hay varias explicaciones que pueden dar cuenta del fracaso de las empresas que entregaron varios resultados periódicos sobre la intención de voto, como: un mal diseño metodológico de la muestra y por consiguiente el procesamiento de datos, el sesgo que provoca hacer encuestas y asesorar a los candidatos que las contratan, provocando distorsiones para sus clientes y también para la opinión pública.

Otro factor del fracaso de los sondeos es el alto porcentaje de indecisión, por lo cual resultaba irresponsable entregar resultados cuando cualquier escenario podía suceder. En otras palabras, la verdadera y única encuesta válida fue el domingo 24 de marzo. Las encuestas fallidas no crearon ninguna tendencia, más bien enviaron al precipicio a candidaturas sobredimensionadas y que se creyeron ganadoras antes de que arranque la campaña electoral. En algunos casos, incluso se barajaban nombres para ocupar distintos cargos en el Municipio de Quito y en la Prefectura de Pichincha. Al final, alzaron las tarimas y escondieron los bombos y los platillos.

Para quienes creyeron fervorosamente en las predicciones de las redes sociales, la realidad nos demuestra de manera fehaciente que ahí no se ganan las elecciones. Por ese espacio digital circula información de todo tipo, cualquier personaje es protagonista y las tendencias no reflejan el sentir de los ciudadanos de los diferentes estratos, edades y formaciones. Los resultados del domingo evidenciaron que las pistas informáticas no suplantan a las calles, el recorrido por las plazas y los rincones de concurrencia pública. Un factor inevitable de análisis es el voto oculto o la aceptación por una candidatura que no se manifiesta en las encuestas. Ahora nada es invisible porque la realidad desnudó las preferencias. Después de la tormenta a gobernar se ha dicho.

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