Incluir la inclusión

Óscar Molina

En un recipiente se juntan frases de este tipo: “La heterosexualidad es la única forma de vivir la sexualidad”, “Las mujeres lesbianas quieren parecerse a los hombres” o “El tema Lgbti es una moda de los tiempos modernos”. Los alumnos, sentados en semicírculo, harán girar una botella que elegirá quién de ellos responde si lo que dicen los papelitos es un mito o una realidad sobre la diversidad sexual.

Esa es una de las nueve ‘actividades de sensibilización’ incluidas en la ‘Guía para Prevenir y Combatir la discriminación por Diversidad Sexual e Identidad de Género en el Ámbito Educativo’. El documento (de 130 páginas) fue elaborado por el Consejo Nacional para la Igualdad de Género y la organización belga VVOB, y fue entregado en febrero al Ministerio de Educación para su implementación en las escuelas y colegios del país.

El insumo incluye explicaciones de conceptos claves como género, sexo, orientación sexual e identidad de género, y contiene, además, pautas para que directivos, padres y maestros sepan cómo actuar frente a situaciones de violencia y discriminación. Según el ‘Estudio de caso sobre condiciones de vida de la población LGBTI en Ecuador’, publicado en 2013 —¡en 2013!—, el 40% de las personas de la comunidad ha sufrido discriminación en el ámbito educativo.

“¿Cómo reaccionaría si en su establecimiento existe personal directivo o docentes que se identifiquen como lesbianas, gais, bisexuales o transexuales?”. La pregunta, contemplada en otra de las dinámicas de sensibilización y dirigida al lado adulto de la ecuación, deriva en otras tantas dudas indisimulables.

¿Cuántos profesores Lgbti hay en el sistema educativo? ¿Qué garantías tienen para ejercer su trabajo una vez que, voluntaria o involuntariamente, se conoce su orientación sexual? ¿Reciben el mismo trato, respeto y reconocimiento que sus colegas heterosexuales? ¿Cuántos de ellos han sido invisibilizados, despedidos o no han sido contratados debido a su preferencia? El ejemplo —se sabe— suele ser la mejor enseñanza.

¿Acaso la presencia de docentes de diversidad sexo-genérica en el aula no sería, también, otra guía viva, ejemplar y elocuente para aprender sobre inclusión?

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