Paradoja

La época de bonanza para los países de América Latina se acabó y con ello se pone a prueba la capacidad que tienen los mandatarios para administrar tiempos difíciles y, en algunos casos, de crisis económica. La situación se pone compleja para los gobiernos que no supieron ahorrar, recrearon el imaginario colectivo con faraónicas obras públicas y usaron los recursos públicos para arremeter contra los opositores con una indiscriminada e invasiva propaganda. En este contexto, el discurso que pretende reivindicar la revolución no se sostiene y lo más seguro es que haya un giro hacia la larga y triste noche neoliberal.


Entre las complejidades que enfrentan los gobiernos anti organismos multilaterales de crédito como el FMI es que tendrán que guardar ese discurso que sostuvieron por más de un lustro y que les dio muchos réditos electorales, porque seguramente solicitarán créditos para que los baches no sean tan visibles. O, mejor dicho, para poner una capa de asfalto ante la falta de previsiones. Es decir, el discurso polarizador que utilizaron en Venezuela y Ecuador va perdiendo fuerza y sus líderes consistencia para convencer a las masas. Sin embargo, también hay que reconocer que el discurso populista tiene la capacidad de reinventarse de acuerdo con las circunstancias.


En este contexto, no deja de sorprender la falta de coherencia entre el discurso, la práctica y las decisiones del Gobierno, pues se suponía que la revolución contaba con las mejores mentes lúcidas, decenas de Ph.D., planificadores nacionales y extranjeros, y sabios de la Grecia inventando un nuevo modelo de vida, pero este batallón de expertos no se dio cuenta que no hay bonanza eterna, que sin ahorro no se puede paliar una crisis, que las broncas contra todo el mundo acumulan enemigos y resentimientos eternos, además que el mismo discurso termina por cansar porque está vaciado de significado.


Ya comenzó la optimización del Estado o despidos de servidores públicos y que junto con el alza de la gasolina súper y la venta de las gasolineras, nos acercan a las tan odiosas sugerencias del FMI… pero ¡la revolución avanza!


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