Confrontar la realidad desde la ficción

“De alguna manera, todos vivimos en un mundo fantástico”, dice Héctor Abad sin titubear y después toma un sorbo de café. Al colombiano lo encuentro en el ‘lobby’ del hotel y me recibe con esa calidez que les caracteriza.

El escritor y periodista antioqueño (61) bordea los límites entre ficción y realidad en sus obras, marcadas con la impronta de un pasado familiar, social y político que duele.

No obstante, cuando se escribe desde la experiencia, la memoria puede ser una trampa: “Me he dado cuenta de que, cuando creo escribir con la memoria, replicando con las palabras lo que creemos que es la realidad, muchas veces tampoco estoy siendo realista, sino que de alguna manera mi mente ha deformado esa realidad lo ha convertido en una especie de ficción”.

Una de sus obsesiones es el debate entre la búsqueda de la verdad periodística y la fascinación por el mundo fantástico del novelista.

Lo real y lo secreto
“La ficción es irremediable”, dice y me recuerda que, según Nabokov, a la palabra ‘realidad’ deberíamos ponerla siempre entre comillas.

Como periodista, Abad defiende la verdad sustentada en la ciencia y la investigación. “Intento ser lo más objetivo posible, porque sé muy bien que existe la mentira y la deformación de la historia, o el uso político de la memoria”, sostiene.

La literatura, en cambio, le permite situarse en el lugar del otro y darle al lector la posibilidad de ver el mundo desde otras realidades. Los años de la Colombia enferma de violencia, entre paramilitares, guerrilla, corrupción y narcotráfico, se dieron simultáneamente a sus primeras narraciones, desatadas por el asesinato de su padre.

Según el narrador, la ficción debe apuntar a generar empatía: “Tiene que ver con que podamos salir de nosotros mismos y situarnos en el lugar de quien dispara o de quienes reciben las balas”. Hablar a través de la ficción de las víctimas de asesinatos, desapariciones y tortura, con base en eventos reales, puede despertar en el lector “la comprensión más humana de lo que son los demás”.

AUTOR. Además de novelista, Abad escribe para el diario El Espectador, es traductor y editor.
AUTOR. Además de novelista, Abad escribe para el diario El Espectador, es traductor y editor.

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En ‘El olvido que seremos’, conmueve el tono confidencial del narrador. ¿Cómo desprenderte de ese pudor que invade al hablar de lo íntimo, para contar lo que vivieron tú y tu familia?

Con hechos tomados de la realidad, pero deformados por el arte de la ficción, los lectores pueden sentir en carne propia lo que sentirían en una situación parecida”.
Primero intenté hacerlo con la ficción, y no funcionó. Luego lo hice de manera privada, sin pudor, pero solo para la familia. Les pedí autorización para publicar esas partes impúdicas y no me hicieron cambiar absolutamente nada. Al contrario, me ayudaron a completar mi memoria imperfecta con la de ellas, de mis hermanas y mi mamá. Yo he sido bastante impúdico en ese libro y en otros, pero en especial en ese.

Creo que hemos entrado en un mundo en que la intimidad prácticamente ya no existe, es una ilusión. Eso no significa que yo pueda abusar de la intimidad de otra persona; si alguien me cuenta algo y me pide que no lo diga jamás, creo que debo ser responsable y respetar eso. Tanto el periodista como el novelista deben ser responsables.

Pero yo, con mi propia vida, he llegado a un nivel casi de impudicia, convencido de que no importa mucho. Ya no me interesa tener secretos.

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Abad toma otro sorbo de café y reflexiona en silencio. Una sonrisa escapa de la comisura de su boca, como un niño que se sabe descubierto en su travesura.

“Aunque, si lo pienso bien –continúa–, puedo tener secretos en mi vida más reciente y más cercana, que no quisiera que nadie revelara. Al mismo tiempo, me desmiento: sí hay secretos, pero digamos que uno deja de ser uno con el paso del tiempo”.

“Cuando hablo de mí hace 30 años, estoy hablando de otra persona; entonces, ya no me importa. Creo que la intimidad en mí dura como dos o tres meses”, añade y lanza una carcajada.

‘El olvido que seremos’ (2005)
‘El olvido que seremos’ (2005)

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Abad ya no escribe diarios. El egocentrismo de la juventud, así como el pudor, se le ha ido con los años. “Ya no estoy tan interesado en mí y en mi propia vida como antes”, afirma. Mientras termina su taza de café, me cuenta que está leyendo los diarios de Tolstoi.

Hay quienes afirman que la novela ha sido una de las causas del progreso moral de la humanidad”.“Es fascinante, en la familia de Tolstoi todos llevaban diarios”, dice. “Él llevaba uno y su esposa, Sofía, siempre lo leía. Era un diario secreto, que llevaba cocido en la chaqueta, y la esposa se sentía muy feliz porque lo podía leer”.

“Y también llevaba un diario, completamente secreto, escondido en las botas. La esposa corrió a suicidarse cuando lo leyó, la lograron sacar del lago helado a donde se tiró”, termina Abad, entre risas, tal vez porque se guarda secretos tan oscuros como los que ocultaba el escritor ruso en sus botas. (AA)