Acto de amor

Pedía que la dejasen morir cuanto antes, ya que tenía una discapacidad del 82%, producto de esclerosis múltiple que padecía desde 1989: postrada, se movía con ayuda de una grúa, no podía casi ni respirar, necesitaba para vestirse, asearse y comer a su marido o a una tercera persona.

Tal el cuadro que fue grabado en video y presenciado por periodistas. Llegó un momento en que el esposo decidió ayudar a su cónyuge para que termine tanta desventura, conforme su reiterado pedido ya que, por la incapacidad, ella no podía hacerlo por mano propia: con la frase “quiero notar la ausencia definitiva de tu sufrimiento”, cogió la mano de su esposa y, asesorado por la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), le ayudó a que ingiera una sustancia que puso término a existencia tan lamentable.

Posteriormente, fue detenido en Madrid, luego liberado sin medidas cautelares por resolución de juez. DMD rechazó cualquier imputación penal en contra de un hombre que actuó movido por un acto de amor.

Por su parte, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española declaró públicamente que “la Iglesia apuesta por la defensa de la vida y los cuidados paliativos. Por supuesto, no está a favor del ensañamiento terapéutico e insiste en que la muerte provocada no es la solución”.

En este escenario, se reactualizó la polémica en torno a la eutanasia: ¿Es recomendable que el enfermo terminal que desea poner fin a su situación de agonía larga sea asistido para fallecer dignamente o, por lo contrario, prolongar su estado catastrófico a insoportables dimensiones de angustia y dolor, sabiendo que no hay la menor opción de cura?

En este asunto se debe respetar la autonomía de la persona, avalada por criterio médico. Es ciertamente un acto de amor el narrado en este artículo.
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