Viejo o nuevo

Manuel Castro

Salvo los ultras la gente no está interesada entre izquierda o derecha políticas, es indiferente a las edades. Hoy casi no se sabe cuando se es viejo, de la tercera edad o adulto, por los avances de la ciencia médica, el ejercicio y la preocupación diaria por la salud, la vida sexual. Se fija en las acciones: Trujillo, de 88 años, es generalmente aceptado; Correa, aún joven, es rechazado. O sea la juventud es una enfermedad que pasa con el tiempo, como dicen; salvo cuando se está senil los adultos mayores aún causan furor y hasta descendientes. La mayoría está preocupada por los avances tecnológicos, por las computadoras con inteligencia artificial y sus efectos en los próximos años. El Ecuador, que también es novelero, tiene grandes avances en lo tecnológico computadoras y celulares son utilizados enteramente, por empresas, bancos, particulares. Los ciudadanos concuerdan con Andrés Oppenheimer en su libro ‘¡Sálvese quien pueda!’, que el trabajo en la era de la automatización sufrirá un duro golpe. “un terremoto” sostiene Oppenheimer. Mientras los políticos criollos se preocupan de quien será Presidente de la Asamblea correísta- leninista, los jóvenes se preparan en las nuevas tecnologías que crece más rápido que el empleo.

Es inevitable que desaparezcan los “quishcas”, los sanadores, los solemnes empleados bancarios, los acuciosos contadores, los maestros malgenios. Los robots se encargarán de despachar los juicios sin “agraditos”, diagnosticar con eficiencia, hacer las cuentas sin necesidad de cien empleados. Por línea se dispondrá que le lleven a Monteolivo y un robot cura dará un buen sermón. Y los deudos le llorarán desde la casa, mientras al fallecido se le envía al más allá vía internet.

¿Qué harán los políticos? Pues tendrán asesores cibernéticos que no les traicionen y contadores robots para que nos les descubran a algunos sus pillerías. Como decía Aristóteles el hombre es un animal político y los robots y la inteligencia artificial difícilmente reemplazarán a las emociones, el gusto por el poder y la demagogia que a todos gusta. Como decía Buda: “La verdad en el fondo es triste”.

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