Monstrous de la democracia

JORGE ZAMBRANO ANDRADE

Para los tiranos, el poder es una golosina, que termina empalagando sus días. Como niño mimado, el poder se encapricha y no quiere abandonar sus bonitas habitaciones y la decisión sobre las personas y las cosas.

En nuestro entorno que crea la coyuntura adecuada para que los pequeños reyecitos surjan y se multipliquen, ya sea por sí o a través de sucesores que terminan o siendo los más fieles lacayos.

Desafortunadamente encontramos hoy que es la democracia, en sus más aberrantes formas, la que puede asegurar la permanencia y existencia en diversos confines de la patria.

El populismo, el corporativismo y el clientelismo dentro de las formalidades democráticas, blindan el fenómeno actual de políticos, partidos y sistemas que se perpetúan en el poder.

La fórmula es simple, pero efectiva, recurrir a los desamparados y, si no los hay, crear las condiciones para que existan. De ahí surge la figura del líder único, del salvador del Estado.

La imaginación más que la estrategia y el método más que la forma, han establecido el caldo de cultivo suficiente para que los liderazgos absolutos subsistan.

Pero como todo es fachada hay que revestir de la pintura del plebiscito, el voto popular o las instituciones “igualadas”, ese deseo de la continuidad en el control político y de ese intento surge el descaro.

A través de la simulación, en un país en que las máscaras han dominado las relaciones sociales y sobre todo políticas, no hay lugar para la sorpresa y mucho menos para el lamento, porque al fin de cuentas fueron los ciudadanos quienes escogieron al candidato.

Y esa tendencia ya no obedece colores, ni ideologías: derecha, centro o izquierda; de la misma manera alimentan el ego del líder y hasta los libertadores de antaño se convierten en los dictadores modernos, con maneras más sofisticadas y haciendo uso de instrumentos que manejan la imagen y publicidad del tirano.

De escondida manera hoy las soberanías son regionales y las fórmulas obedecen al referendo, la consulta popular, el clientelismo y la dádiva.

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