Redes y sexo

La transgresión permanente a la intimidad, la privacidad y la censura mojigata se ha vuelto una estrategia constante por parte de quienes usan las redes sociales para descalificar, burlarse y hasta intimidar a cualquier persona a través de la circulación de fotos con desnudos y, en otros casos, mostrando relaciones sexuales, en donde el rostro y el cuerpo, principalmente, es de alguna mujer.

En muchos casos, las víctimas del odio son expuestas por sus mismas parejas y, en otros, por quienes manipulan las grabaciones de cámaras instaladas en cualquier espacio como moteles, hoteles y sitios privados. ¿Hasta cuándo podemos tolerar estas acciones repudiables?

En el mundo de la televigilancia, el gran hermano y la exacerbación de la morbosidad nadie se salva. En estos tiempos, en donde el sentido común es el menos común de los sentidos y que la ética se ha relativizado mediante discursos líquidos, cualquier persona puede ser grabada con un celular u otro aparatajo y segundos después ser vapuleada por gente inescrupulosa.

Estos síntomas, sin duda, nos regresan a la edad del oscurantismo, en donde la intimidad era controlada, regulada y censurada por creencias contrarias al derecho del placer y el resguardo total de la privacidad. ¿A cuenta de qué cualquier sujeto puede exponer a otro en su intimidad vía redes sociales?

Para ejemplificar la brutal agresión en las redes, vale recordar que ayer fue atacada en su intimidad una cantante popular que tenía sexo con su pareja, anteayer un político censurado por su vida sentimental, pero mañana podría ser cualquiera.

¿Por qué la sociedad debe tolerar que la intimidad de una persona sea groseramente masificada y viralizada para que una horda morbosa de la población satisfaga su intriga? Las agresiones de este tipo configuran un nuevo tipo de violencia que supera a muchos otros, debido a la exposición pública y, en algunos casos, mediática.

El problema no es la red y peor aún la tecnología, porque sería una mirada muy reduccionista para explicar la naturalización de esta práctica repudiable que se apalanca en el morbo.

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