La fiesta de Fátima

Lucía Margarita Figueroa Robles

No cabe duda que cuando damos alegremente y aceptamos con gratitud, todos somos bendecidos. En días anteriores y como es costumbre para los lojanos, al constituir parte de nuestro folclore religioso luego de este mestizaje que le dio un pequeño giro a la cosmovisión de nuestros pueblos originarios, tras la presencia entre otras de algunas congregaciones religiosas del viejo mundo, en donde sucedió aquella transformación que hasta la actualidad, ha entrelazado los sabios conocimientos y costumbres de los pueblos originarios en nuestro continente americano, al avance doctrinario de la religión europea, para llevarnos al bautismo, por parte de algunos frailes mendicantes regulares, y el clero secular (franciscanos, dominicos, agustinos, y los clérigos de la jerarquía episcopal). Concentrado aún más en nuestro terruño, este fervor religioso que en definitiva une a los lojanos y le da luz y consuelo a muchos espíritus. Así se vivió una de las tantas fiestas que son parte ya de nuestro folclore, en gratitud a la virgen de Fátima, en un acto de fe que año a año une a cientos de familias lojanas el 13 de mayo. Para lo cual se ha venido planificando durante varias semanas las actividades que como de costumbre se vivieron con altura, fe y unidad, gracias a la comunidad franciscana, que ha apoyado esta novena de fiesta convertida ya en una tradición, que sin duda propaga desde el cielo la devoción al santo rosario, irradiando su luz divina a toda la humanidad, representada en 1917 por los tres pastorcitos que dieron testimonio de su fervor, incrementando aquel sentimiento, que ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible. Y al igual que en otras fiestas religiosas, la devoción a la virgen de Fátima crece día a día, ya que el único motor que mueve al mundo es la fe, y qué mejor que cobijarnos de ella para que interceda por todo nuestro pueblo lojano. (O)