Dibujando una circunferencia

Juan Aranda Gámiz

Cuando nos disponemos a dibujar una circunferencia, bien sea para iniciar el dibujo de una cara, un boceto de Botero o la esfera de un reloj, a los que después pondremos los detalles para que vayan pareciéndose a nuestro objetivo final, cada cual empieza por donde cree oportuno o le resulta más cómodo.

¿Dibujarán todos, al final, la misma cara, el mismo cuerpo o un reloj muy similar, aunque el comienzo fuese diferente para cada uno de los dibujantes?

Cada quien comienza su vida con algún que otro traspié, pero al final se busca siempre cumplir con un propósito, del que nos alegraremos o arrepentiremos al final de nuestros días.

A veces me he preguntado si el éxito o el fracaso, en un momento de análisis de nuestro recorrido vital, dependerá de cómo empezamos a dar nuestros pasos o, lo que es igual, del punto por el que comenzamos a dibujar la circunferencia.

Concluyo que hay una relación de dependencia real entre ese punto y el propósito alcanzado, aunque todos nos hayamos realizado como personas, progenitores, abuelos, trabajadores o jubilados.

Quien aprendió a hacer el bien desde muy pequeño, tuvo un soporte en quien apoyarse, nunca vaciló ante los retos por recibir algún tipo de empuje, tuvo referentes a quien imitar o se acompañó de verdaderos testimonios, empezó a dibujar la circunferencia por el extremo más cercano al ideal.

Quien, sin embargo, aprendió el mal como estilo de vida, desdeñó oportunidades para crecer en el respeto y la igualdad con el otro, tuvo como ejemplo el oportunismo más voraz, se educó en la escuela que promueve la ganancia y el éxito, sin esfuerzo alguno, creció entre rejas, no tuvo referentes o soportes en la vida, quizás empezó a dibujar la circunferencia por el extremo opuesto y menos favorecedor para luego darle forma a las figuras en su vida. (O)